EL CARBÓN
Tylorstown, en Gales, sirve de punto de partida para esta historia. Hoy es una ciudad azotada por las reconversiones de la era post-Teacher. Pero a principios de siglo, era un importante centro minero, donde nace nuestro protagonista. 15 de Mayo de 1892.
Wilde empezó trabajando de pinche (en Asturias se denominaría “guaje”), en las minas de carbón. Prácticamente desde la infancia, su físico de muchacho desnutrido, lo capacitaba para los trabajos en los huecos más angostos.
En la mina nunca es primavera. Es un mundo dentro de otro mundo. Tiene, incluso, su propia fauna, los pequeños jilgueros, enjaulados, que con su prematura muerte, alertan de la aparición del gas “grisú”. Las mulas, que una vez introducidas, ya no saldrán jamás, condenadas a trabajar hasta la muerte, ciegas para siempre.
La paga es semanal, uno nunca sabe cuanto estará vivo. Las noches de sábado, se organizan timbas de boxeo. Allí, en ese ambiente casi tan asfixiante como la propia mina, debutará Jimmy.
Cuenta la leyenda, que con sólo 12 años, y 75 libras de peso, derrotó a un hombre que pesaba el doble. En esa época aparece un episodio famoso de su leyenda, cuando derrotó a 19 sucesivos contrincantes de distinto peso, en 3 horas y media, con las únicas pausas que marcaba el ritmo de las apuestas.
Lo que comienza por una diversión, empieza a cobrar vida en la cabeza de Jimmy. Escapar de la mina, tener una vida que merezca la pena. A cierto nivel, todos los peligros son iguales. Poca diferencia morir en el ring o sepultado por un derrabe, acabar sonado o silicoso. Cambiar un oficio peligroso, por otro idéntico. Pero recuperando el aire, muriendo como un hombre, a ras del suelo, dejando el interior de la tierra para cuando le llegue su hora.
Gales tiene una magnífica escuela de boxeo. Hay otras dos estrellas galesas dignas de mención.
La figura de Freddie Welsh y Jim Driscoll van parejas en el esplendor boxístico galés, de aquella época.
Driscoll, nacido en Cardiff, de ascendencia irlandesa, en 1881, tiene una historia curiosa. Trabajó de aprendiz en una imprenta, donde se maravillaba con las noticias de la vida de los boxeadores. Pronto, esa atracción es tan fuerte, que empieza a seguir a púgiles locales en sus encuentros y entrenamientos, hasta que el mismo empieza a entrenar en el famoso National Sporting Club. Gana el titulo británico de los plumas en 1906, a Joe Bowker. En 1909 atraviesa el Atlántico, ganando a Abe Atell, proclamándose campeón mundial. Defenderá el título mundial y europeo a la vez, contra Jean Posey en Francia (1912), hace nulo con Owen Moran y se retira imbatido en 1913.
La única derrota, antes de la guerra, por descalificación, con su paisano Freddie Welsh, como campeones del peso ligero y pluma, en un combate con un gran juego sucio, curiosamente, ambos eran muy amigos, y boxeadores inteligentes y nada marrulleros.
En 1919, en un come back equivocado, pierde con el francés Charles Ledoux (pésima forma de festejar el 40 cumpleaños). Los problemas pulmonares que siempre padeció, se agravan, y muere en 1925 de neumonía.
Driscoll fue un boxeador inteligentísimo, que aplicó su inteligencia en la creación de unos desplazamientos alambricados, y en un boxeo evasivo.
Su alias “Peerless” (“sin par”), tenía doble lectura. Fue un púgil que no tuvo ninguna victoria por Ko, y sus detractores empleaban la poco digna afección de “Sin un par...”.
Frederick Thomas, (Freddie Welsh), nació en Pontypridd, Gales, en 1886. A los 16 años emigra a USA, en busca de un futuro. Comienza trabajando en una tienda de deportes.
Con su seudónimo, evitará que su madre se entere que se dedica al boxeo, en los 6 primeros rounds profesionales que hace en Filadelfia. En su primer año, hará 26 peleas.
No es un tipo fuerte, y como Driscoll, creará un estilo evasivo, por los flancos, y un trabajo al corto, pegando al salir, que le hizo muy peligroso.
Hará la ruta contraria de Driscoll, volviendo a Inglaterra en 1907, ganando el título nacional ante Summers. A pesar de ser un boxeador muy limpio, y gran amigo de Driscoll, en la pelea de ambos, será descalificado por un cabezazo. Cumple, pues, la costumbre tan inglesa de luchar de forma más descarnada por un título inglés, que por un titulo mundial. Al ser de distinto peso, no afectó a su título, que perdería ante Matt Wells.
La suerte fue que Matt Wells se vió metido en un serio altercado, y un juez le desposeyó del título por agresión.
Reinaría durante 6 años. Conquistará el título ante Ritchie y vuelve a América.
Peleará con Wolgast, Shugrue, White y hará nulo con Ritchie en la revancha.
El boxeador de Liverpool, Charlie White, consciente de la movilidad de Welsh, le propinó tal golpe bajo que necesitó media hora de pausa para poder volver a continuar la pelea.
En 1917, pierde el título contra Benny Leonard. Los 4.000 $ de la pelea le son estafados por su mánager. Ya tiene 30 años y se retira. Hará otro come back (como siempre se dice, es mentira, nunca se vuelve), a los 33 años. Tras 167 peleas (muchos nulos), y cuatro derrotas, se retira definitivamente. Todo lo ganado, lo invierte en una especie de casa rural-balneario. Lo pierde todo. Como pasó con su rival Benny Leonard, el Crack del 29 fue un terremoto. Completamente arruinado, muere en la indigencia con sólo 41 años.
EL ESPECTRO CON UN MARTILLO EN CADA MANO
Tylorstown, en Gales, sirve de punto de partida para esta historia. Hoy es una ciudad azotada por las reconversiones de la era post-Teacher. Pero a principios de siglo, era un importante centro minero, donde nace nuestro protagonista. 15 de Mayo de 1892.
Wilde empezó trabajando de pinche (en Asturias se denominaría “guaje”), en las minas de carbón. Prácticamente desde la infancia, su físico de muchacho desnutrido, lo capacitaba para los trabajos en los huecos más angostos.
En la mina nunca es primavera. Es un mundo dentro de otro mundo. Tiene, incluso, su propia fauna, los pequeños jilgueros, enjaulados, que con su prematura muerte, alertan de la aparición del gas “grisú”. Las mulas, que una vez introducidas, ya no saldrán jamás, condenadas a trabajar hasta la muerte, ciegas para siempre.
La paga es semanal, uno nunca sabe cuanto estará vivo. Las noches de sábado, se organizan timbas de boxeo. Allí, en ese ambiente casi tan asfixiante como la propia mina, debutará Jimmy.
Cuenta la leyenda, que con sólo 12 años, y 75 libras de peso, derrotó a un hombre que pesaba el doble. En esa época aparece un episodio famoso de su leyenda, cuando derrotó a 19 sucesivos contrincantes de distinto peso, en 3 horas y media, con las únicas pausas que marcaba el ritmo de las apuestas.
Lo que comienza por una diversión, empieza a cobrar vida en la cabeza de Jimmy. Escapar de la mina, tener una vida que merezca la pena. A cierto nivel, todos los peligros son iguales. Poca diferencia morir en el ring o sepultado por un derrabe, acabar sonado o silicoso. Cambiar un oficio peligroso, por otro idéntico. Pero recuperando el aire, muriendo como un hombre, a ras del suelo, dejando el interior de la tierra para cuando le llegue su hora.
Gales tiene una magnífica escuela de boxeo. Hay otras dos estrellas galesas dignas de mención.
La figura de Freddie Welsh y Jim Driscoll van parejas en el esplendor boxístico galés, de aquella época.
Driscoll, nacido en Cardiff, de ascendencia irlandesa, en 1881, tiene una historia curiosa. Trabajó de aprendiz en una imprenta, donde se maravillaba con las noticias de la vida de los boxeadores. Pronto, esa atracción es tan fuerte, que empieza a seguir a púgiles locales en sus encuentros y entrenamientos, hasta que el mismo empieza a entrenar en el famoso National Sporting Club. Gana el titulo británico de los plumas en 1906, a Joe Bowker. En 1909 atraviesa el Atlántico, ganando a Abe Atell, proclamándose campeón mundial. Defenderá el título mundial y europeo a la vez, contra Jean Posey en Francia (1912), hace nulo con Owen Moran y se retira imbatido en 1913.
La única derrota, antes de la guerra, por descalificación, con su paisano Freddie Welsh, como campeones del peso ligero y pluma, en un combate con un gran juego sucio, curiosamente, ambos eran muy amigos, y boxeadores inteligentes y nada marrulleros.
En 1919, en un come back equivocado, pierde con el francés Charles Ledoux (pésima forma de festejar el 40 cumpleaños). Los problemas pulmonares que siempre padeció, se agravan, y muere en 1925 de neumonía.
Driscoll fue un boxeador inteligentísimo, que aplicó su inteligencia en la creación de unos desplazamientos alambricados, y en un boxeo evasivo.
Su alias “Peerless” (“sin par”), tenía doble lectura. Fue un púgil que no tuvo ninguna victoria por Ko, y sus detractores empleaban la poco digna afección de “Sin un par...”.
Frederick Thomas, (Freddie Welsh), nació en Pontypridd, Gales, en 1886. A los 16 años emigra a USA, en busca de un futuro. Comienza trabajando en una tienda de deportes.
Con su seudónimo, evitará que su madre se entere que se dedica al boxeo, en los 6 primeros rounds profesionales que hace en Filadelfia. En su primer año, hará 26 peleas.
No es un tipo fuerte, y como Driscoll, creará un estilo evasivo, por los flancos, y un trabajo al corto, pegando al salir, que le hizo muy peligroso.
Hará la ruta contraria de Driscoll, volviendo a Inglaterra en 1907, ganando el título nacional ante Summers. A pesar de ser un boxeador muy limpio, y gran amigo de Driscoll, en la pelea de ambos, será descalificado por un cabezazo. Cumple, pues, la costumbre tan inglesa de luchar de forma más descarnada por un título inglés, que por un titulo mundial. Al ser de distinto peso, no afectó a su título, que perdería ante Matt Wells.
La suerte fue que Matt Wells se vió metido en un serio altercado, y un juez le desposeyó del título por agresión.
Reinaría durante 6 años. Conquistará el título ante Ritchie y vuelve a América.
Peleará con Wolgast, Shugrue, White y hará nulo con Ritchie en la revancha.
El boxeador de Liverpool, Charlie White, consciente de la movilidad de Welsh, le propinó tal golpe bajo que necesitó media hora de pausa para poder volver a continuar la pelea.
En 1917, pierde el título contra Benny Leonard. Los 4.000 $ de la pelea le son estafados por su mánager. Ya tiene 30 años y se retira. Hará otro come back (como siempre se dice, es mentira, nunca se vuelve), a los 33 años. Tras 167 peleas (muchos nulos), y cuatro derrotas, se retira definitivamente. Todo lo ganado, lo invierte en una especie de casa rural-balneario. Lo pierde todo. Como pasó con su rival Benny Leonard, el Crack del 29 fue un terremoto. Completamente arruinado, muere en la indigencia con sólo 41 años.
EL ESPECTRO CON UN MARTILLO EN CADA MANO
Londres tiene censados a sus fantasmas, como parte de un patrimonio más.
Cuando Jimmy llega al londinense Blackfriands Ring, la mujer del promotor, guiada por un instinto maternal de protección, se niega en rotundo a que ese muchacho famélico, suba al ring, creyendo que va a una muerte segura.
El tiempo quita o da la razón.
No sólo la buena señora, nadie podría imaginar que aquella blanquecina sombra, derribara por jaque mate a 101 de los 133 contendientes oficiales (conjuntando los encuentros no oficiales, podríamos hablar cómodamente de hasta 500 peleas), muchos de ellos sin igualdad en el peso.
Cuenta la leyenda, y así lo recoge su récord, que dejó Ko en el tercero, nada menos que al campeón de los medios Billy Papke, en la primavera de 1911. Lo cierto es que Papke, por esas fechas peleó en Inglaterra.
Billy Papke fue famoso por su salvaje estilo, sus batallas contra Ketchel (en una, cuando este fue al saludo previo, Papke le envió un recto de derecha al cuello, que casi lo asfixia). De Papke se decía que tenías que luchar contra su boxeo y su locura. Tuvo un fin trágico, después de matar a su ex -esposa, se suicidó. Como algún comentarista ha señalado, llevado a la actualidad, es como si Finito López se enfrentase a Bernard Hopkins, y le ganara.
“El Espectro con un martillo en cada mano” es el mejor (tuvo muchos) de los alias, y define muy bien su estilo.
Wilde, se planta en el ring con una guardia muy individualizada.
Manos muy bajas (en las tetas, que diría hoy un entrenador exigente), guardia muy abierta, invitando a que la guerra avance hacia él. Su aspecto mortecino de jockey resucitado, se amplifica con un movimiento de cadera, y hombros, como un fantasma ululante. Detrás de esas manos semicaídas, hay un blanco muy móvil. El estilo de un boxeador que está acostumbrado a pelear con gente más alta y fuerte, que prefiere que el rival dispare primero, para hacerle fallar con su cintura mientras contra por el hueco dejado.
Cuando pelee con púgiles de su misma categoría, utilizará la misma táctica, pero avanzando desde el primer tañido de campana.
Pero el boxeo de Wilde no acaba ahí.
Si el rival es duro, cambia la táctica y pasa al boxeo inglás, en línea, de toda la vida, con el jab por delante, la esgrima, seguida del recto de derecha. Sabe que el mejor espectáculo, es ganar. Emplea series “sin apoyo” para puntuar. Explora al rival, consigue un “mapa” de su boxeo (no existía el video), y vuelve al salvaje intercambio, donde mejor se mueve. Tiene un número de Ko en las primeras rondas enormes, en una época donde se pactaban un límite de asaltos de 20 o más. Sabe que el ring es un lugar demasiado peligroso para estar mucho tiempo. Sus rasgos afilados le hacen cortarse con facilidad.
Pertenece a esos boxeadores longilíneos, que cuando el rival lucha, ellos boxean, y si el rival boxea, ellos luchan. A esa camada hay que unir a Hearns, Luisito Espinosa, Carlos Hernández.
La capacidad de nokear de Wilde hay que explicarla desde varios ángulos.
Es un boxeador oportunista, que sabe que el Ko viene de una mano que: o bien no se ve, o te pilla estirado, o te caza con miedo.
Biomecánicamente, el trabajo de la mina había dotado de una musculatura natural a Wilde, una espalda como un cable de acero (tenía unos portentosos 84 centímetros de pecho), una descontración (basta ver las facciones de su cara) unida a una contracción felina. Dentro de su estilo de intercambio, hay un frio cálculo.
Une las cadenas cinéticas de forma brutal. De sus series, sólo algunos golpes llevan carga. Las muñecas giran como gira la bala en el ánima del cañón. Mete el hombro si esa mano va a matar.
Siempre, absolutamente siempre, va muy preparado a la pelea.
A título personal, tengo la teoría de que Wilde era de los púgiles que pegaban gracias al miedo. El miedo en su retaguardia, y en el frente, su destino, sabiendo que el único camino lo abrirá su voluntad. En sus manos cargadas, a parte de su peso, va todo el miedo del hombre que sabe que si falla, su vida volverá a un punto de partida horrible. Como los emigrantes, tiene claro que tiene que ganar.
Wilde pega con el miedo, dando miedo.
Fue un destajista del ring, consiguiendo ganar una cantidad de dinero impensable. No le interesaba que se cumplieran sus sueños, lo único que pedía es que sus pesadillas no se materializaran. El boxeo es un medio para él, no un fin en si mismo.
Curiosamente, en su evolución personal, Wilde era un tipo, sencillo y hasta tímido.
Como otro activo importante, tengo que citar a su esposa Elizabeth, que como la Rose de Fitzsimmons, lo apoyó en todo y en todo momento (parte de la caída de Robinson y Louis se debió al carácter de sus mujeres, unidas sólo en lo bueno, nunca para lo malo).
La velocidad, típica de los longilíneos, está todavía más acentuada en Wilde. Para pelear contra él, eran necesarios ojos sin párpados. Golpeaba igual de bien arriba y abajo, con ese raro talento de no fallar golpes. Su “timing” parecía fabricado por la Rolls&Royce.
Con todo esto, mantuvo un reinado de terror en el ring mundial.
LOS DIAMANTES
Wilde tras su llegada a Londres, sólo tendrá una derrota, ante el veterano escocés Tancy Lee, por el nacional del mosca, tomándose después la revancha.
Gana el mundial a Joe Symonds, retirándolo. Dos meses después, nokea en el 11 al neoyorquino Johnny Rosner en Liverpool.
América reconoce en 1916 el peso mosca, y para allá se va Wilde. Peleará con Young “Zulú” Kid (Giuseppe Melfi), en Nueva York y luego en Londres, con igual resultado. Zulú es un púgil de muy estimable técnica, pero de escasa pegada.
La guerra se desata. Hará exhibiciones, defenderá su título sólo una vez, durante la contienda, contra Georges Clark.
En una pelea de exhibición, verdadera guerra, peleará contra el peso gallo americano Joe Conn (nokeado en el 9ª), el resultado de la contienda mundial no es claro, y Wilde cobra la bolsa... en diamantes (solo son carbón cristalizado, en resumidas cuentas).
En 1919, Joe Lynch y Pal Moore, grandes pesos gallos que llegarán muy lejos, son vencidos por Wilde. Las diferencias entre categorías son mucho mayores que en la actualidad.
Joe Lynch jamás fue nokeado, tenía, probablemente, el mejor uno-dos de su división.
Joe Lynch y Pete Herman (de los que hablo más abajo) protagonizaron un encuentro curioso.
Wilde ganó a Jim Higgins en Londres el 11 de julio de 1921 y mediante el vuelo oceánico y las diferencias horarias, prácticamente en la misma fecha ganó a Lynch en Nueva York.
Vuelve a América. En 1920, hace 12 peleas, todas ganadas, 5 por la vía rápida.
En 1921, la pelea contra Pete Herman, que había perdido recientemente el título de campeón de los pesos gallos, está envuelta en polémica. Herman le saca, en realidad, 15 libras (no quiere que el pesaje sea oficial). Wilde, como hombre prudente que es, se niega a pelear. Herman es un experto en el mismo campo que Wilde, el intercambio.
Por desgracia para Wilde, sucede algo, que por ejemplo nunca sucedería en España. Lo único que hará replantearse la decisión a Wilde, es la presencia... del Príncipe de Gales en la audiencia. Herman le dará un tremendo castigo a Wilde, detenido por el árbitro en el round 17. A pesar de no estar el título en juego (demasiada diferencia de peso), Wilde empieza a pensárselo.
Con 29 años, Wilde se pierde de vista, sin dejar rastro.
Tex Richard, el famoso promotor, tiene una “Mula” y quiere un “Espectro”. Wilde tiene el estilo que gusta en América. Todo el mundo tiene un precio, el de Wilde serán 65.000$.
En Nueva York, el 18 de junio, de 1923, el rival para su regreso, es una “mala bestia”, llamada Pancho Villa.
Pancho Villa, por mucho que lo parezca (por nombre y físico) no es mejicano. Es filipino, y hoy lo podríamos comparar con Galaxy, un Tyson en miniatura. Físicamente es un púgil muy compacto, boxeador de intercambio muy hábil, con un historial aterrador.
Villa tiene 22 años, viene de ganar a Johnny Buff, pelea con asiduidad. Wilde tiene 31, desde hace casi tres años no sube a un ring ni para saludar.
El choque será durísimo.
Desde el clásico de pelea dura Gans-Wolgast no se recuerda una pelea tan dramática.
Wilde tratará de “cuadrar” los desplazamientos del filipino, cerrándolo con golpes por fuera para trabajarlo luego por dentro. Tratará de amarrarlo, de enfriar la pelea, de hacerle un blanco menos móvil.
Villa trata de imponer un ritmo rápido, para asfixiarlo. Quiere cumplir la ley natural del ring, que el púgil joven venza al viejo. Dispara boleas para intentar “sonar” al galés desde la distancia, y luego hacer su boxeo de profundidad.
En el segundo asalto, un intercambio es tan propicio para el inglés, que casi se roza el milagro. Sabedor de la poca gasolina que tiene, Wilde aprieta con todo en ese punto de la pelea. La campana acaba con las esperanzas de “madrugar” al asiático.
En el tercero, el espíritu de guerrero del inglés no es seguido por su cuerpo en la batalla.
Un golpe después del tañido de la campana es contestado por la esquina de Wilde. En su país sería posiblemente la descalificación, pero estamos en USA.
En el tercer asalto, parcialmente ciego, tambaleándose, Wilde se arroja contra Villa. Sólo para recibir series de golpes cortos de izda y dcha en el rostro, rodando por el suelo.
Rodará tantas veces por el suelo, que al horrible estado de su cara, se suma el efecto de la resina que tomó del suelo.
Wilde no era docto (aprendió primero a boxear que a escribir) pero era sabio. Sabía que sólo los aristócratas y millonarios se pueden permitir el orgullo. Él, sólo sacará su dignidad de minero, cuando con una triste, pero aun desafiante sonrisa, se levante para seguir con su calvario. Una leve sonrisa, en un torrente de sangre.
En el 7º, el árbitro Pat Haley, tras una derecha del filipino, pone fin al castigo.
Ahora, el “Espectro” vuelve a dar miedo, pero por otro motivo. Su cara, ya muy castigada de anteriores batallas, presenta un aspecto aterrador. Se ha terminado el boxeo para Wilde.
Quizás los espectros posean algún tipo de maldición.
Villa tendrá una muerte trágica. Sólo dos años después, tras una dura pelea con Jimmy McLarnin, a los escasos diez días, Villa morirá en un hospital de California. Le habían extraído, de forma irresponsable, la muela del juicio la misma semana de la pelea. Evitaron darle antibióticos, que podrían afectarle el rendimiento. El castigo de la pelea, la infección que corría por su cuerpo, acabaron con Francisco Guilledo, alias Pancho Villa. Murió en la misma mesa de operaciones.
Wilde, tras su retiro, sufrió también el Crack del 29. Perdió casi todo lo ganado, cuando el financiero James White fue a la bancarrota. Cuenta la leyenda, que sólo le quedaron los diamantes (carbón cristalizado) que había ganado contra Conn. Quizás haya sido un premio de la Suerte, por no haber abandonado sus orígenes.
Su récord 133-6-2 (101 Ko) no recoge ni mucho menos todas sus peleas (sobre 500).
Wilde trabajará de mánager, árbitro y columnista. Para muchos fue el mejor mosca, y uno de los nokeadores más duros de todos tiempos .
Morirá en Cardiff , en su Gales natal en 1969. Uno es de la tierra en donde quiere morir.
En Gales, cantan por todo y a todo. No sería de extrañar, que en alguna noche, en algún Pub, donde la gente se reúne delante de una pinta de cerveza, el auténtico espectro del “Espectro” cante, a coro con su gente, la balada de Jimmy Wilde.
DEDICATORIA
Siempre he sentido un profundo respeto por los pesos bajos. En los duros tiempos de las peleas sin límite de asaltos, esos pesos dejaron en el suelo del ring, el mayor número de muertos, la mayor cantidad de sangre en múltiples ojales, el mayor número de ciegos.
El peso pluma Owen Swift, tiene el triste récord de ser el boxeador que más hombres ha matado en un ring (Anthony Noon, Brithgton Bill). Los récords de número de asaltos, son en su mayoría de los pesos bajos. Es tal la ratio de golpes, que sus rostros acaban tan desfigurados que ni su perro les reconoce. Hoy son las categorías donde militan “los pobres” del mundo, los desheredados.
Por el contrario, sus bolsas son bajas, son carne barata, fácilmente sacrificable por mánagers sin escrúpulos. Deben pelear muy a menudo, y si pierden, el bajo estipendio les hace replantearse si deben volver a hacer el esfuerzo de seguir. Con 30 años, sus mejores tiempos han pasado, se quedan sin piernas, todo se ha acabado. Un pesado, con 35, con su pegada, está en la plenitud.
Pero de ellos han salido los desplazamientos, los tipos de golpes que han hecho evolucionar el boxeo. Fitzsimmons peleó técnicamente como el pluma que era en sus comienzos, Robinson se crió con preparadores de pesos ligeros, como Blackburn enseñó a Louis.
Sé que Santiago Rojas está escribiendo un libro sobre su vida. Y sé que mucho de lo que he tratado en este articulo le suena cercano. A él va dedicado.
texto : Francisco Menéndez Campa
edición : Boxing is life
edición : Boxing is life
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