FATIGA, RENDIMIENTO Y POTENCIA DE FUEGO
Lo que transmite la visión de algunos combates, es esa terrible advertencia de que el boxeo es un asunto sangriento y peligroso, donde los errores cuentan más que los aciertos, y se pagan al contado y a plazos.
El boxeo trata de educar el instinto.
El instinto nos dice que un par de golpes abiertos, a dos manos, es lo más lógico para finiquitar un pleito. El boxeador sabe que eso es un error que se paga con una contra de derecha.
La sede de la agresión está en el sistema límbico (hipotálamo, septum y amígdalas), que regula todo el mecanismo de la violencia. Pero el objeto de la agresión, es regulado por otro mecanismo, el lóbulo frontal. Patrimonio de los mamíferos, el hombre lo tiene tremendamente desarrollado, y nos permite discernir si atacamos al macho alfa (¡no, ese no, que me puede!) o al gamma.
Nos guía donde y cuando. Nos hace exquisitamente agresivos, mejor que ciegamente violentos.
El instinto animal de supervivencia, que extrae toda la energía del organismo para descargarla en el cuerpo del rival, necesita de un detonante.
Un borracho, con el lóbulo frontal adormecido por el alcohol, descarga todo el detonante químico en un "Estado de Gloria" de 30 segundos.
A partir de ahí, arrivedercci, sólo le queda tratar de tumbar al contrario con palabrotas.
El púgil debe de jugar con la deflagración de ese detonante químico (catecoláminas, química de la testosterona, etc) durante el encuentro, racionalizándolo, planificando el entrenamiento, y aplicando estrategias en torno al ritmo del rival.
Gestionar el combustible, limitado siempre, afecta al ritmo de la pelea.
Es frase común que cualquier púgil tiene una estrategia, por simple que sea... hasta el último momento en que besa la lona.
Un boxeador combate, y un borracho, simplemente se pega.
LA POTENCIA DE FUEGO
La potencia de fuego es un concepto bélico válido en el boxeo. La capacidad de desarrollar cañones de hierro de la máxima potencia, se veía limitada por la posibilidad de moverlos en el campo de batalla. Es precisamente eso lo que hizo florecer las armadas navales del siglo catorce. Un barco puede transportar un ingente número de pesados cañones a cualquier parte de la costa, con toda la munición, movilidad y equipamiento posible.
Hoy el carro blindado permite transportar una tremenda potencia de fuego, sin obviar la defensa. Permite no sólo romper el frente, sino penetrar en él con rapidez.
El empleo de carriles permitió la creación del cañón "Gran Berta".
La potencia de fuego está enraizada con la logística, el abastecimiento, la continuidad, el desplazamiento y la autonomía.
Es el problema de Briggs, Grant, Klitschko, Johnson y todos los grandes dinosaurios.
Por cierto, se ha descubierto que el tiranosaurio era carroñero, y sólo era capaz de atacar a otros terópodos para quitarles la comida previamente capturada, pero no cazarla. No se movía lo suficiente.
Parece que, además, todos estos púgiles son "cortos" en reacción, como los grandes dinosaurios, que tardaban varios segundos en darse cuenta que les mordían la cola.
Para el público americano, ávido de todo lo grande, es un espectáculo interesante, a la manera del Westling.
Nada mas dramático que ver una torre humana tambaleándose y caer desde lo más alto.
Hoy se nos vende al atleta, no al boxeador. Hoy se ven físicos no sólo enormes, sino con tremenda envergadura. Pero los resultados defraudan.
El boxeo es un oficio que requiere tiempo, una automatización, una técnica y un oficio que no es suplida por las simples facultades atléticas. Magnífico si eres además un atleta, pero lo primero es lo primero.
La búsqueda del superatleta (muchas veces venido de otras disciplinas deportivas donde fracasó) en la categoría sin límite de peso, busca una potencia desmedida de fuego, obviando las demás cualidades.
Hoy se ve un boxeo en los pesados, auténticamente penoso.
No hay un balance entre potencia de fuego y resto de cualidades.
Resulta muy común escuchar el tópico de que, según se sube de categoría, hay menos golpes, pero mucho más duros. Es por el balance por lo que el peso medio siempre se ha catalogado como la división reina.
La potencia de fuego necesita un frente corto y fijo donde focalizarla y donde apoyar los golpes que en caso de no llegar, desequilibran al boxeador.
En el boxeo, el hombre es el arma, el proyectil... y el blanco.
La Uzi que tenía Ali en la izda ha sido reemplazada por armas de gran calibre, con demasiado retroceso para apuntar dos veces, pero con la suficiente potencia para devastar.
Ver a un pesado actual (hablo de los de 2 metros y 120 kg) dar más de tres pasos laterales seguidos, es para levantarse del asiento y aplaudir.
Hoy vemos peleas de Sumo, donde más que golpear, se busca aplastar al rival con el peso, y no dejar distancia para que conecte.
Vemos bueyes, no toros.
Como la mandíbula no se puede reforzar como el resto del cuerpo, las peleas son dramáticas.
Se quedan parados, en formación frontal (una de las terribles secuelas de las formaciones frontales, frente a la potencia de fuego de la artilleria, era que las heridas de los supervivientes eran producidas más por incrustación de fragmentos de hueso y dientes de sus infortunados camaradas, que por metralla), recibiendo las descarga y asimilándolo todo.
Hoy los mastodontes cargan todos los golpes y están más plantados que nunca.
Ver aplicar a Lewis esa derecha picada y plomada a Tyson, le recuerda a uno los dibujos de Tom y Jerry.
Los púgiles temen (el miedo cansa) no a una mano, sino a "La" mano, a "La" fatiga, a "La" gravedad.
No sólo les da miedo recibir La mano, sino también tirarla y fallarla.
Ocurre un poco como la bomba atómica. Desde Hiroshima, nadie ha muerto por culpa de ella.
Son incapaces de controlar su propia potencia, su propio cuerpo y por ende, la pelea.
Amén del esfuerzo metabólico que les representa mover esa masa muscular, el déficit de oxígeno que se produce (del que ya hablé) y de la hipoxia.
Se olvidan de que el movimiento reflejo tiene un mayor desgaste que el movimiento muscular (necesita una irrigación mucho mayor, basta comprender como nos cansamos mucho más rapido haciendo giros que simplemente corriendo).
Mantener esos ajamonados brazos en alto, debe de ser tarea de titanes.
Someter a tales magnitudes corporales, al sinfín de movimientos complejos del boxeo es tarea ardua.
La fatiga hace caer el rendimiento de súbito.
Todo es enorme y va a la par en dramatismo.
Un ejército demasiado grande es difícil que maniobre bien, necesita una logística y un mantenimiento enorme.
La famosa relación calidad- cantidad.
Probablemente en baloncesto pueda darse una correlación potencia de fuego y movilidad, por su carácter de juego en equipo, donde transportar una pelota sea más prioritario que transportarte tú, pero en un deporte de confrontación tan exigente como el boxeo, eso es mucho más difícil.
Como en los toros, animales fuera del peso, deslucen la faena, por muy buena planta que tengan.
O toros, o bueyes .
Se debería plantear la posibilidad de una categoría superpesados, que permita la igualdad de fuerzas, y encuadrar a estos púgiles que tienen un estilo tan extremo.
Marciano, un púgil bajo y de escasa envergadura, a pesar de que podía, por estructura física, pesar 100 kilos, pasaba hambre, entrenaba el doble, para dar los justos 87, a sabiendas que su escaso bagaje técnico le obligaba a dar una potencia de fuego (en cantidad y calidad ) muy grande.
Joe Louis se pegó con auténticas torres (Abe Simon, Carnera). Ali hizo lo mismo. Dominaron por un conocimiento mucho mayor del boxeo, sobre todo de las combinaciones.
Pero eran tipos grandes, redondeados o a veces se trataba de puro gigantismo hormonal, no estos mastodontes actuales, que te obligan a tener que recorrer metro y medio, entre una lluvia de bolas de cañón, hasta encontrar donde conectar.
Porque pegar, hay que reconocer, por pura física, que pegan.
En la evolución de la guerra, del ataque con dardos y jabalinas se pasaba al cuerpo a cuerpo con la lanza y la espada.
El mosquete permitió unir el fuego a distancia con la bayoneta en un mismo soldado.
Hoy, o ves un jab interesante, tipo Grant, y luego nada más, o se van a la pelea descarnada de bulldozers-rinocerontes-culturistas.
Esa puede ser la clave de la supremacía de Lennox Lewis. Junta los dos términos.
Los púgiles standard, tipo Holyfield, tienen la posibilidad de moverse, pero todo el mundo sabe que al final, toca entrar a matar. Y ahí, con series de tres o cuatro manos, en distancia de cuerpo a cuerpo, en orden cerrado, en un teatro de operaciones pequeño, enfrente toda esa descarga de tonelaje en potencia de fuego, se paga.
Sólo guerreros "toujours en vedette" como Holyfield, acostumbrados a estar amenazados, son capaces de mantener el tipo. Sólo los que poseen ese temperamento militar, los que no saben ser otra cosa más que soldados, esa minoría que corren un riesgo real, muchas veces sólo buscando el respeto, nos deleitan con buen boxeo.
En la tele (invento del Maligno, donde una desgracia hecatómbica va seguida de la noticia mas estrambótica sin conmovernos, tratada por igual) uno puede tener la impresión de que los púgiles son actores.
El actor simula riesgos, pero el púgil los corre.
Probablemente, oponer recia voluntad a la potencia de fuego, no sea lo más saludable en un deporte donde la voluntad de ganar, está por encima de la capacidad para hacerlo.
Hoy, en el cerebro de Evander Holyfield es probable que quepa medio Cosmos.
Holyfield, en eso, es un malísimo soldado. Sólo piensa en el ascenso, la gloria, la paga fija, el botín y se olvida del retiro y la reconversión con salud.
Para los que piensan que el boxeo debe de ser "un duelo de iguales", resulta difícil de asumir todo esto.
El boxeo debería ser una guerra ritual, con exenciones, convenciones y reglas que eviten lo peor, que siempre está ahí.
El boxeo, me repito, se paga a la vez al contado y a plazos, con un coste demasiado elevado para pagarlo de nuevo.
Basta como apunte.
Lennox Lewis, haciéndose a fuego lento, racionalizando el esfuerzo, está a la cabeza de los grandes dinosaurios.
Puede no gustar (a mi no me enloquece), pero es de los pocos pesados que cierra las combinaciones de rectos con una pantalla de curvos.
Hoy Lennox Lewis, el tiranosaurio rex, el reptil tirano, con poco más, unos pasos laterales, decapita a la competencia.
Es la forma en la que emplea esa potencia de fuego (salida por un flanco, uppercut por fuera), lo que lo distingue.
Los demás emplean esa fuerza gigantesca... como enanos.
LA FATIGA
En otros artículos he tratado sobre la fatiga. Muchas veces se emplea el termino desfondarse, sin clarificar la forma de fatiga.
Un púgil puede desfondarse por acumulación de lactato ("me arde el cuerpo"), por falta de oxígeno ("me ahogo ") y por acumulación de golpes ("no puedo recuperar, estoy tomado por los golpes").
Muchas veces se generaliza la fatiga en el concepto propio del atletismo, en el concepto de frecuencia cardiaca.
Pero no es tan simple.
Un sprinter puede tardar, en los últimos 500 m, a 50 Km/h, un minuto por ejemplo. También puede acabar, si logra mantener una velocidad de 65 km/h o hasta 70 km/h, en un menor tiempo. Pero curiosamente, en ambos niveles de intensidad, su frecuencia cardiaca no pasará de 195 pulsaciones (por ejemplo). La capacidad de rendir vendrá dada por su resistencia al esfuerzo, en función del efecto limitador del lactato.
Más limitativo que la frecuencia cardiaca, es la generación de lactato. Uno puede saltar a la comba o hacer sombra a máxima potencia, que le costará subir a la máxima frecuencia cardiaca.
En cambio, golpear al saco pesado, llega perfectamente a dicha frecuencia.
Es la resistencia muscular asociada a la generación de ácido láctico, la que produce un "desfonde" mayor y más rápido.
Un púgil moviéndose mucho, pero sin golpear "a romper" llega a trabajar a 190 pulsaciones, su máxima frecuencia cardiaca, y mantenerla bastante tiempo. Si eso lo hace intercambiando golpes, con respiración de combate y contacto duro, el desfonde aparece rápido.
Es la acidez muscular-sanguínea la que produce el colapso.
Añadamos a eso el efecto acumulativo de los impactos recibidos (hematomas, tetanizaciones, etc ), el miedo, y tendremos el inmediato desfonde.
Es como llevar un ritmo de natación, sostenible, y con solo aumentar un mínimo la intensidad, el agua se convierte en un muro (un muro de golpes en el boxeo) infranqueable y agotador. El púgil soporta como cargas de trabajo, su propio peso, el brazo que envía, y el peso del rival.
Uno puede desarrollar, mediante el método que quiera (musculación o sustancias dopantes), la potencia de fuego, pero corazón y pulmones no tienen la misma capacidad de desarrollo.
Windham descubrió que con la misma velocidad de carrera (18 Km/h) un corredor de 60 kg necesitaba 3,7 litros de oxígeno. Si pesa 70 Kg, necesitará 4,3 litros. Si se va a 80 kg, necesita 4,6 litros. Un ciclista respira sin bocado, sin la presión de recibir y tirar golpes.
Es fácil imaginar las diferencias.
Conseguir un balance cardiaco-respiratorio y a la vez de masa muscular es muy difícil.
El entrenamiento de altitud, con una mayor generación de lactato es un buen método (coge un buen escalador colombiano, déjalo 6 meses a nivel del mar, y tendrás una piltrafa).
Contra el lactato, el propio organismo tiene encimas que lo "aclaran" y suavizan el PH. Simplemente si reducimos la intensidad (de un 80% a un 50%), se ponen en funcionamiento unos mecanismos de recuperación parcial y de resíntesis en el hígado.
Son los asaltos de "torear", de "enfriar la pelea", anticipando el colapso que sobrevendría inevitablemente.
Pero ojo, el púgil debe de moverse.
No sólo para no ser alcanzado por el rival, sino porque necesita una frecuencia cardiaca alta para que el torrente de sangre aclare el lactato, y ayude en la resintetización del glucógeno.
Es la "recuperación activa", del ciclista que llanea 30 Km en el día de descanso.
Es el famoso "si me siento, no me levanto" del caminante.
El púgil, en los asaltos de "toreo" se agarra, o suelta y tira manos blandas, mientras se mueve por el centro del ring.
El punto donde se genera lactato, pero no se acumula en sangre, neutralizado por las encimas del propio organismo, todo ello sin haber tocado techo a nivel de consumo de oxígeno, se llama Umbral Anaeróbico.
Un púgil juega con él para rendir en la pelea pero no desfondarse.
Desde ahí, acelera en función de la pelea, o disminuye.
Y ya no entro en la fatiga nerviosa, de coordinación.
Como antes dije, el trabajo nervioso de correr (un movimiento natural), no tiene nada que ver con el trabajo nervioso de ejecutar movimientos complejos, decisiones con mínima información, ante situaciones de riesgo incluso físico. Por muy automatizado que esté el boxeador, la irrigación necesaria, a nivel nervioso, es totalmente distinta.
A veces el aficionado no entiende porque un púgil no remata al rival, o porque después de dar una soberana paliza, un púgil decae abruptamente y es finalmente ganado por un rival que recibió muchos golpes de entrada, pero que al no dar los suyos, llega al final de la pelea más fresco.
El calor (no se ve en la tele), es otro factor limitador. Sólo el 25% del trabajo mecánico se aprovecha en el esfuerzo. El resto es vehiculizado por la sangre hasta la piel, para regular la temperatura. Si la potencia se eleva de 1 en 1, el calor se eleva de 3 en 3.
De ahí que muchos púgiles de ciertas zonas tengan la misma forma de afrontar la pelea en cuanto a ritmos (Asia, México, etc).
Como aplican los asaltos de "toreo" o de recuperación los púgiles es una soberana muestra de oficio. El boxeo no es solo capacidad torrencial de golpes, es también demora, evasión, ofensiva puntual y retirada.
López Nava parece cambiar el sentido de desplazamiento de su juego de piernas, y en vez de buscar al rival, se dedica a estar por fuera de las dos manos del contrario, o como hizo con el "Nene" Sánchez, dejar de tirar golpes, haciendo creer al rival que está desfondado (acallando la artillería) para hacer que el rival venga, recibiéndolo con una mano atroz a la contra. Es una estrategia de anticipar el propio bajón fisico y sacarle partido.
Púgiles muy experimentados, tienden a "pesar" al rival, cargando su cuerpo al del rival, pegado y fatigando su guardia, mientras giran con el en "Tour de Vals" (Ali, Monzón, etc).
En vez de buscar distancia para descansar, simplemente van a no darla. No sólo cambian esa distancia por tiempo real de pelea, descansando sobre el rival (teniéndolo asi cerca para salir pegando, al modo de Barrera), sino que tratan de generarle a la vez cansancio.
Monzón, un púgil que odiaba correr, con grandes problemas para dar el peso, pero que era capaz de guantear 20 asaltos con varios sparring, empleaba el codo, hombro, la cintura, cada parte del cuerpo, tanto para parar como para pesar y bloquear, amén de enviarte a las cuerdas con un empujón de hombro. Los puños, sólo para golpear, incluyendo la mano derecha por delante de la cara, para que si le buscabas el rostro, encontrarte con su contra.
Monzón hizo de la economía de desplazamiento, un arte.
Boxeadores que pelean hacia atrás (una forma difícil pero tremendamente económica en relación a una pelea de presión) aprovechan que el rival le da distancia para conectar, mientras ellos, al marchar, desapoyan los golpes (McCallum, Whitaker, etc). Invierten el orden del mosquete, ahora va primero la bayoneta y luego el disparo. Todo ello acoplado en un movimiento de zig-zag (ducking), que implica todo el cuerpo, y que obliga al rival a irse a los extremos del frente, descolocándose, y no pudiendo profundizar en la envestida.
El empleo de una construcción regular de la pelea (pero no arrolladora), de menos a más, a lo "finisher", es propio de púgiles seguros y bien preparados. Optan por objetivos particulares y limitados, anotarse por poco los asaltos, hacer un poco más que el rival, etc. Son los típicos púgiles "de mecha retardada".
Trabajar exclusivamente el flanco adelantado (por dentro y por fuera de la mano izda, por ejemplo), más cercano, con menos peligro que el atrasado (la derecha), rompiendo el jab que deja buenos huecos para contrar, buscando la espalda por ese lado, es una táctica muy empleada por púgiles ordenados y de "gimnasio" (Hagler, Ottke, etc).
El empleo de las cuerdas como refugio y apoyo es otra cosa que caracteriza a los púgiles con oficio.
Curiosamente, la mayoría de las batallas navales de la antigüedad se desarrollaban cerca de la costa. Bien sea para cuadrar al enemigo, o para proteger un flanco débil o dañado.
Rosario, ante el aluvión de golpes por su flanco derecho, optó por irse al refugio de su esquina, pegándose al encordado por ese sitio. Eso estorbó la labor de Chávez, que no encontraba el recorrido adecuado para sus hooks (acabó pegando primero con upper por dentro, para seguir con hook por fuera). El Chapo, sabiamente, evitó salir por el lado izdo, donde le esperaba la derecha con recorrido del mejicano (curiosamente, fue la parte de su rostro más desfigurada). Dicha táctica de cubrir el flanco, parece ser que era dictada, maliciosamente, por la esquina del boricua (¿el arte de la guerra consiste en ordenar las fuerzas de tal modo que no puedan huir?).
Holmes, en su pelea contra Holyfield, se va a la esquina con el miedo de que Evander le conecte sus combinaciones de varios golpes, buscando al viejo boxeador por los lados. Holmes prefiere dejar un único pasillo frontal, donde tratar de cruzar sus rectos, favorecido por su envergadura y experiencia en ese terreno.
Walcott, uno de los mejores "ringsiders" de la historia, tentaba en las cuerdas un falso paso lateral de salida hacia la derecha, hecho con "peso", al modo del ilusionista que nos fuerza a fijarnos solo en una mano, para cambiarlo, girando la pierna atrasada por dentro, haciendo fallar al rival en su ataque, y quedando dentro de él para golpearlo.
El empleo de un ensogado poco tenso caracteriza la pelea de Ali-Foreman. Alejandro Magno se mantuvo lo más cerca de la orilla del mar, justo para ser abastecido por su flota que iba en paralelo.
Ali trata de desapoyar los impactos de Foreman trasladándose simultáneamente a las cuerdas, desapoyando y enviando dicho apoyo a la soga. "Enfría" su flanco dañado apoyándose en las cuerdas sobre él, mientras desapoya y cubre el otro, ante una máquina de demolición incontrolada como Foreman.
Ali tenia el peculiar atributo de "pesar" al rival, pasándole su mano izda por detrás de la nuca, empujándole para abajo.
Pero no nos engañemos, al final, todo aquello, en su decadencia, le pasó factura.
Son solo algunos ejemplos de cómo la técnica, los recursos, la economía, pueden ser bazas que anulen los efectos de la fatiga.
Es indudable que, para muchas personas que no estén familiarizadas con ello, encuentren al boxeo un mero espectáculo de sangre, al modo de circo romano.
Es respetable. Hay gente que ama los toros y odia el boxeo. Quizás sea una incomprensión fruto de la ignorancia.
Muchos, por ejemplo, consideran la pornografía como un entretenido arte popular (generalmente hombres).
En cambio, a las mujeres no les gusta en absoluto.
Será porque, en esas películas, los protagonistas nunca acaban casándose.
Un saludo, y un buen verano a todos.
El boxeo trata de educar el instinto.
El instinto nos dice que un par de golpes abiertos, a dos manos, es lo más lógico para finiquitar un pleito. El boxeador sabe que eso es un error que se paga con una contra de derecha.
La sede de la agresión está en el sistema límbico (hipotálamo, septum y amígdalas), que regula todo el mecanismo de la violencia. Pero el objeto de la agresión, es regulado por otro mecanismo, el lóbulo frontal. Patrimonio de los mamíferos, el hombre lo tiene tremendamente desarrollado, y nos permite discernir si atacamos al macho alfa (¡no, ese no, que me puede!) o al gamma.
Nos guía donde y cuando. Nos hace exquisitamente agresivos, mejor que ciegamente violentos.
El instinto animal de supervivencia, que extrae toda la energía del organismo para descargarla en el cuerpo del rival, necesita de un detonante.
Un borracho, con el lóbulo frontal adormecido por el alcohol, descarga todo el detonante químico en un "Estado de Gloria" de 30 segundos.
A partir de ahí, arrivedercci, sólo le queda tratar de tumbar al contrario con palabrotas.
El púgil debe de jugar con la deflagración de ese detonante químico (catecoláminas, química de la testosterona, etc) durante el encuentro, racionalizándolo, planificando el entrenamiento, y aplicando estrategias en torno al ritmo del rival.
Gestionar el combustible, limitado siempre, afecta al ritmo de la pelea.
Es frase común que cualquier púgil tiene una estrategia, por simple que sea... hasta el último momento en que besa la lona.
Un boxeador combate, y un borracho, simplemente se pega.
LA POTENCIA DE FUEGO
La potencia de fuego es un concepto bélico válido en el boxeo. La capacidad de desarrollar cañones de hierro de la máxima potencia, se veía limitada por la posibilidad de moverlos en el campo de batalla. Es precisamente eso lo que hizo florecer las armadas navales del siglo catorce. Un barco puede transportar un ingente número de pesados cañones a cualquier parte de la costa, con toda la munición, movilidad y equipamiento posible.
Hoy el carro blindado permite transportar una tremenda potencia de fuego, sin obviar la defensa. Permite no sólo romper el frente, sino penetrar en él con rapidez.
El empleo de carriles permitió la creación del cañón "Gran Berta".
La potencia de fuego está enraizada con la logística, el abastecimiento, la continuidad, el desplazamiento y la autonomía.
Es el problema de Briggs, Grant, Klitschko, Johnson y todos los grandes dinosaurios.
Por cierto, se ha descubierto que el tiranosaurio era carroñero, y sólo era capaz de atacar a otros terópodos para quitarles la comida previamente capturada, pero no cazarla. No se movía lo suficiente.
Parece que, además, todos estos púgiles son "cortos" en reacción, como los grandes dinosaurios, que tardaban varios segundos en darse cuenta que les mordían la cola.
Para el público americano, ávido de todo lo grande, es un espectáculo interesante, a la manera del Westling.
Nada mas dramático que ver una torre humana tambaleándose y caer desde lo más alto.
Hoy se nos vende al atleta, no al boxeador. Hoy se ven físicos no sólo enormes, sino con tremenda envergadura. Pero los resultados defraudan.
El boxeo es un oficio que requiere tiempo, una automatización, una técnica y un oficio que no es suplida por las simples facultades atléticas. Magnífico si eres además un atleta, pero lo primero es lo primero.
La búsqueda del superatleta (muchas veces venido de otras disciplinas deportivas donde fracasó) en la categoría sin límite de peso, busca una potencia desmedida de fuego, obviando las demás cualidades.
Hoy se ve un boxeo en los pesados, auténticamente penoso.
No hay un balance entre potencia de fuego y resto de cualidades.
Resulta muy común escuchar el tópico de que, según se sube de categoría, hay menos golpes, pero mucho más duros. Es por el balance por lo que el peso medio siempre se ha catalogado como la división reina.
La potencia de fuego necesita un frente corto y fijo donde focalizarla y donde apoyar los golpes que en caso de no llegar, desequilibran al boxeador.
En el boxeo, el hombre es el arma, el proyectil... y el blanco.
La Uzi que tenía Ali en la izda ha sido reemplazada por armas de gran calibre, con demasiado retroceso para apuntar dos veces, pero con la suficiente potencia para devastar.
Ver a un pesado actual (hablo de los de 2 metros y 120 kg) dar más de tres pasos laterales seguidos, es para levantarse del asiento y aplaudir.
Hoy vemos peleas de Sumo, donde más que golpear, se busca aplastar al rival con el peso, y no dejar distancia para que conecte.
Vemos bueyes, no toros.
Como la mandíbula no se puede reforzar como el resto del cuerpo, las peleas son dramáticas.
Se quedan parados, en formación frontal (una de las terribles secuelas de las formaciones frontales, frente a la potencia de fuego de la artilleria, era que las heridas de los supervivientes eran producidas más por incrustación de fragmentos de hueso y dientes de sus infortunados camaradas, que por metralla), recibiendo las descarga y asimilándolo todo.
Hoy los mastodontes cargan todos los golpes y están más plantados que nunca.
Ver aplicar a Lewis esa derecha picada y plomada a Tyson, le recuerda a uno los dibujos de Tom y Jerry.
Los púgiles temen (el miedo cansa) no a una mano, sino a "La" mano, a "La" fatiga, a "La" gravedad.
No sólo les da miedo recibir La mano, sino también tirarla y fallarla.
Ocurre un poco como la bomba atómica. Desde Hiroshima, nadie ha muerto por culpa de ella.
Son incapaces de controlar su propia potencia, su propio cuerpo y por ende, la pelea.
Amén del esfuerzo metabólico que les representa mover esa masa muscular, el déficit de oxígeno que se produce (del que ya hablé) y de la hipoxia.
Se olvidan de que el movimiento reflejo tiene un mayor desgaste que el movimiento muscular (necesita una irrigación mucho mayor, basta comprender como nos cansamos mucho más rapido haciendo giros que simplemente corriendo).
Mantener esos ajamonados brazos en alto, debe de ser tarea de titanes.
Someter a tales magnitudes corporales, al sinfín de movimientos complejos del boxeo es tarea ardua.
La fatiga hace caer el rendimiento de súbito.
Todo es enorme y va a la par en dramatismo.
Un ejército demasiado grande es difícil que maniobre bien, necesita una logística y un mantenimiento enorme.
La famosa relación calidad- cantidad.
Probablemente en baloncesto pueda darse una correlación potencia de fuego y movilidad, por su carácter de juego en equipo, donde transportar una pelota sea más prioritario que transportarte tú, pero en un deporte de confrontación tan exigente como el boxeo, eso es mucho más difícil.
Como en los toros, animales fuera del peso, deslucen la faena, por muy buena planta que tengan.
O toros, o bueyes .
Se debería plantear la posibilidad de una categoría superpesados, que permita la igualdad de fuerzas, y encuadrar a estos púgiles que tienen un estilo tan extremo.
Marciano, un púgil bajo y de escasa envergadura, a pesar de que podía, por estructura física, pesar 100 kilos, pasaba hambre, entrenaba el doble, para dar los justos 87, a sabiendas que su escaso bagaje técnico le obligaba a dar una potencia de fuego (en cantidad y calidad ) muy grande.
Joe Louis se pegó con auténticas torres (Abe Simon, Carnera). Ali hizo lo mismo. Dominaron por un conocimiento mucho mayor del boxeo, sobre todo de las combinaciones.
Pero eran tipos grandes, redondeados o a veces se trataba de puro gigantismo hormonal, no estos mastodontes actuales, que te obligan a tener que recorrer metro y medio, entre una lluvia de bolas de cañón, hasta encontrar donde conectar.
Porque pegar, hay que reconocer, por pura física, que pegan.
En la evolución de la guerra, del ataque con dardos y jabalinas se pasaba al cuerpo a cuerpo con la lanza y la espada.
El mosquete permitió unir el fuego a distancia con la bayoneta en un mismo soldado.
Hoy, o ves un jab interesante, tipo Grant, y luego nada más, o se van a la pelea descarnada de bulldozers-rinocerontes-culturistas.
Esa puede ser la clave de la supremacía de Lennox Lewis. Junta los dos términos.
Los púgiles standard, tipo Holyfield, tienen la posibilidad de moverse, pero todo el mundo sabe que al final, toca entrar a matar. Y ahí, con series de tres o cuatro manos, en distancia de cuerpo a cuerpo, en orden cerrado, en un teatro de operaciones pequeño, enfrente toda esa descarga de tonelaje en potencia de fuego, se paga.
Sólo guerreros "toujours en vedette" como Holyfield, acostumbrados a estar amenazados, son capaces de mantener el tipo. Sólo los que poseen ese temperamento militar, los que no saben ser otra cosa más que soldados, esa minoría que corren un riesgo real, muchas veces sólo buscando el respeto, nos deleitan con buen boxeo.
En la tele (invento del Maligno, donde una desgracia hecatómbica va seguida de la noticia mas estrambótica sin conmovernos, tratada por igual) uno puede tener la impresión de que los púgiles son actores.
El actor simula riesgos, pero el púgil los corre.
Probablemente, oponer recia voluntad a la potencia de fuego, no sea lo más saludable en un deporte donde la voluntad de ganar, está por encima de la capacidad para hacerlo.
Hoy, en el cerebro de Evander Holyfield es probable que quepa medio Cosmos.
Holyfield, en eso, es un malísimo soldado. Sólo piensa en el ascenso, la gloria, la paga fija, el botín y se olvida del retiro y la reconversión con salud.
Para los que piensan que el boxeo debe de ser "un duelo de iguales", resulta difícil de asumir todo esto.
El boxeo debería ser una guerra ritual, con exenciones, convenciones y reglas que eviten lo peor, que siempre está ahí.
El boxeo, me repito, se paga a la vez al contado y a plazos, con un coste demasiado elevado para pagarlo de nuevo.
Basta como apunte.
Lennox Lewis, haciéndose a fuego lento, racionalizando el esfuerzo, está a la cabeza de los grandes dinosaurios.
Puede no gustar (a mi no me enloquece), pero es de los pocos pesados que cierra las combinaciones de rectos con una pantalla de curvos.
Hoy Lennox Lewis, el tiranosaurio rex, el reptil tirano, con poco más, unos pasos laterales, decapita a la competencia.
Es la forma en la que emplea esa potencia de fuego (salida por un flanco, uppercut por fuera), lo que lo distingue.
Los demás emplean esa fuerza gigantesca... como enanos.
LA FATIGA
En otros artículos he tratado sobre la fatiga. Muchas veces se emplea el termino desfondarse, sin clarificar la forma de fatiga.
Un púgil puede desfondarse por acumulación de lactato ("me arde el cuerpo"), por falta de oxígeno ("me ahogo ") y por acumulación de golpes ("no puedo recuperar, estoy tomado por los golpes").
Muchas veces se generaliza la fatiga en el concepto propio del atletismo, en el concepto de frecuencia cardiaca.
Pero no es tan simple.
Un sprinter puede tardar, en los últimos 500 m, a 50 Km/h, un minuto por ejemplo. También puede acabar, si logra mantener una velocidad de 65 km/h o hasta 70 km/h, en un menor tiempo. Pero curiosamente, en ambos niveles de intensidad, su frecuencia cardiaca no pasará de 195 pulsaciones (por ejemplo). La capacidad de rendir vendrá dada por su resistencia al esfuerzo, en función del efecto limitador del lactato.
Más limitativo que la frecuencia cardiaca, es la generación de lactato. Uno puede saltar a la comba o hacer sombra a máxima potencia, que le costará subir a la máxima frecuencia cardiaca.
En cambio, golpear al saco pesado, llega perfectamente a dicha frecuencia.
Es la resistencia muscular asociada a la generación de ácido láctico, la que produce un "desfonde" mayor y más rápido.
Un púgil moviéndose mucho, pero sin golpear "a romper" llega a trabajar a 190 pulsaciones, su máxima frecuencia cardiaca, y mantenerla bastante tiempo. Si eso lo hace intercambiando golpes, con respiración de combate y contacto duro, el desfonde aparece rápido.
Es la acidez muscular-sanguínea la que produce el colapso.
Añadamos a eso el efecto acumulativo de los impactos recibidos (hematomas, tetanizaciones, etc ), el miedo, y tendremos el inmediato desfonde.
Es como llevar un ritmo de natación, sostenible, y con solo aumentar un mínimo la intensidad, el agua se convierte en un muro (un muro de golpes en el boxeo) infranqueable y agotador. El púgil soporta como cargas de trabajo, su propio peso, el brazo que envía, y el peso del rival.
Uno puede desarrollar, mediante el método que quiera (musculación o sustancias dopantes), la potencia de fuego, pero corazón y pulmones no tienen la misma capacidad de desarrollo.
Windham descubrió que con la misma velocidad de carrera (18 Km/h) un corredor de 60 kg necesitaba 3,7 litros de oxígeno. Si pesa 70 Kg, necesitará 4,3 litros. Si se va a 80 kg, necesita 4,6 litros. Un ciclista respira sin bocado, sin la presión de recibir y tirar golpes.
Es fácil imaginar las diferencias.
Conseguir un balance cardiaco-respiratorio y a la vez de masa muscular es muy difícil.
El entrenamiento de altitud, con una mayor generación de lactato es un buen método (coge un buen escalador colombiano, déjalo 6 meses a nivel del mar, y tendrás una piltrafa).
Contra el lactato, el propio organismo tiene encimas que lo "aclaran" y suavizan el PH. Simplemente si reducimos la intensidad (de un 80% a un 50%), se ponen en funcionamiento unos mecanismos de recuperación parcial y de resíntesis en el hígado.
Son los asaltos de "torear", de "enfriar la pelea", anticipando el colapso que sobrevendría inevitablemente.
Pero ojo, el púgil debe de moverse.
No sólo para no ser alcanzado por el rival, sino porque necesita una frecuencia cardiaca alta para que el torrente de sangre aclare el lactato, y ayude en la resintetización del glucógeno.
Es la "recuperación activa", del ciclista que llanea 30 Km en el día de descanso.
Es el famoso "si me siento, no me levanto" del caminante.
El púgil, en los asaltos de "toreo" se agarra, o suelta y tira manos blandas, mientras se mueve por el centro del ring.
El punto donde se genera lactato, pero no se acumula en sangre, neutralizado por las encimas del propio organismo, todo ello sin haber tocado techo a nivel de consumo de oxígeno, se llama Umbral Anaeróbico.
Un púgil juega con él para rendir en la pelea pero no desfondarse.
Desde ahí, acelera en función de la pelea, o disminuye.
Y ya no entro en la fatiga nerviosa, de coordinación.
Como antes dije, el trabajo nervioso de correr (un movimiento natural), no tiene nada que ver con el trabajo nervioso de ejecutar movimientos complejos, decisiones con mínima información, ante situaciones de riesgo incluso físico. Por muy automatizado que esté el boxeador, la irrigación necesaria, a nivel nervioso, es totalmente distinta.
A veces el aficionado no entiende porque un púgil no remata al rival, o porque después de dar una soberana paliza, un púgil decae abruptamente y es finalmente ganado por un rival que recibió muchos golpes de entrada, pero que al no dar los suyos, llega al final de la pelea más fresco.
El calor (no se ve en la tele), es otro factor limitador. Sólo el 25% del trabajo mecánico se aprovecha en el esfuerzo. El resto es vehiculizado por la sangre hasta la piel, para regular la temperatura. Si la potencia se eleva de 1 en 1, el calor se eleva de 3 en 3.
De ahí que muchos púgiles de ciertas zonas tengan la misma forma de afrontar la pelea en cuanto a ritmos (Asia, México, etc).
Como aplican los asaltos de "toreo" o de recuperación los púgiles es una soberana muestra de oficio. El boxeo no es solo capacidad torrencial de golpes, es también demora, evasión, ofensiva puntual y retirada.
López Nava parece cambiar el sentido de desplazamiento de su juego de piernas, y en vez de buscar al rival, se dedica a estar por fuera de las dos manos del contrario, o como hizo con el "Nene" Sánchez, dejar de tirar golpes, haciendo creer al rival que está desfondado (acallando la artillería) para hacer que el rival venga, recibiéndolo con una mano atroz a la contra. Es una estrategia de anticipar el propio bajón fisico y sacarle partido.
Púgiles muy experimentados, tienden a "pesar" al rival, cargando su cuerpo al del rival, pegado y fatigando su guardia, mientras giran con el en "Tour de Vals" (Ali, Monzón, etc).
En vez de buscar distancia para descansar, simplemente van a no darla. No sólo cambian esa distancia por tiempo real de pelea, descansando sobre el rival (teniéndolo asi cerca para salir pegando, al modo de Barrera), sino que tratan de generarle a la vez cansancio.
Monzón, un púgil que odiaba correr, con grandes problemas para dar el peso, pero que era capaz de guantear 20 asaltos con varios sparring, empleaba el codo, hombro, la cintura, cada parte del cuerpo, tanto para parar como para pesar y bloquear, amén de enviarte a las cuerdas con un empujón de hombro. Los puños, sólo para golpear, incluyendo la mano derecha por delante de la cara, para que si le buscabas el rostro, encontrarte con su contra.
Monzón hizo de la economía de desplazamiento, un arte.
Boxeadores que pelean hacia atrás (una forma difícil pero tremendamente económica en relación a una pelea de presión) aprovechan que el rival le da distancia para conectar, mientras ellos, al marchar, desapoyan los golpes (McCallum, Whitaker, etc). Invierten el orden del mosquete, ahora va primero la bayoneta y luego el disparo. Todo ello acoplado en un movimiento de zig-zag (ducking), que implica todo el cuerpo, y que obliga al rival a irse a los extremos del frente, descolocándose, y no pudiendo profundizar en la envestida.
El empleo de una construcción regular de la pelea (pero no arrolladora), de menos a más, a lo "finisher", es propio de púgiles seguros y bien preparados. Optan por objetivos particulares y limitados, anotarse por poco los asaltos, hacer un poco más que el rival, etc. Son los típicos púgiles "de mecha retardada".
Trabajar exclusivamente el flanco adelantado (por dentro y por fuera de la mano izda, por ejemplo), más cercano, con menos peligro que el atrasado (la derecha), rompiendo el jab que deja buenos huecos para contrar, buscando la espalda por ese lado, es una táctica muy empleada por púgiles ordenados y de "gimnasio" (Hagler, Ottke, etc).
El empleo de las cuerdas como refugio y apoyo es otra cosa que caracteriza a los púgiles con oficio.
Curiosamente, la mayoría de las batallas navales de la antigüedad se desarrollaban cerca de la costa. Bien sea para cuadrar al enemigo, o para proteger un flanco débil o dañado.
Rosario, ante el aluvión de golpes por su flanco derecho, optó por irse al refugio de su esquina, pegándose al encordado por ese sitio. Eso estorbó la labor de Chávez, que no encontraba el recorrido adecuado para sus hooks (acabó pegando primero con upper por dentro, para seguir con hook por fuera). El Chapo, sabiamente, evitó salir por el lado izdo, donde le esperaba la derecha con recorrido del mejicano (curiosamente, fue la parte de su rostro más desfigurada). Dicha táctica de cubrir el flanco, parece ser que era dictada, maliciosamente, por la esquina del boricua (¿el arte de la guerra consiste en ordenar las fuerzas de tal modo que no puedan huir?).
Holmes, en su pelea contra Holyfield, se va a la esquina con el miedo de que Evander le conecte sus combinaciones de varios golpes, buscando al viejo boxeador por los lados. Holmes prefiere dejar un único pasillo frontal, donde tratar de cruzar sus rectos, favorecido por su envergadura y experiencia en ese terreno.
Walcott, uno de los mejores "ringsiders" de la historia, tentaba en las cuerdas un falso paso lateral de salida hacia la derecha, hecho con "peso", al modo del ilusionista que nos fuerza a fijarnos solo en una mano, para cambiarlo, girando la pierna atrasada por dentro, haciendo fallar al rival en su ataque, y quedando dentro de él para golpearlo.
El empleo de un ensogado poco tenso caracteriza la pelea de Ali-Foreman. Alejandro Magno se mantuvo lo más cerca de la orilla del mar, justo para ser abastecido por su flota que iba en paralelo.
Ali trata de desapoyar los impactos de Foreman trasladándose simultáneamente a las cuerdas, desapoyando y enviando dicho apoyo a la soga. "Enfría" su flanco dañado apoyándose en las cuerdas sobre él, mientras desapoya y cubre el otro, ante una máquina de demolición incontrolada como Foreman.
Ali tenia el peculiar atributo de "pesar" al rival, pasándole su mano izda por detrás de la nuca, empujándole para abajo.
Pero no nos engañemos, al final, todo aquello, en su decadencia, le pasó factura.
Son solo algunos ejemplos de cómo la técnica, los recursos, la economía, pueden ser bazas que anulen los efectos de la fatiga.
Es indudable que, para muchas personas que no estén familiarizadas con ello, encuentren al boxeo un mero espectáculo de sangre, al modo de circo romano.
Es respetable. Hay gente que ama los toros y odia el boxeo. Quizás sea una incomprensión fruto de la ignorancia.
Muchos, por ejemplo, consideran la pornografía como un entretenido arte popular (generalmente hombres).
En cambio, a las mujeres no les gusta en absoluto.
Será porque, en esas películas, los protagonistas nunca acaban casándose.
Un saludo, y un buen verano a todos.
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