Aun recuerdo el primer día que fui a guantear con quien en unas semanas seria mi rival en el ring.De mano, el jugaba con ventaja, puesto que los asaltos serian en su GYM,osea en su casa.La verdad eso no me preocupaba demasiado.Mi trabajo estaba mas que hecho y no me importaba enfrentarme a el fuera donde fuera.O eso era lo que yo pensaba,la realidad fue muy distinta de lo que imagine.Por desgracia entre en lo que se puede llamar BLOQUEO y de buenas a primeras desapareció mi boxeo.Las horas que mi entrenador invirtió en prepararme ,parecían haber sido borradas de mi cabeza,era totalmente incapaz de enlazar una serie,de bloquear sus ataques.Vamos,me comió con patatas.
Al terminar el guanteo solo pasaban por mi cabeza dos cosas,irme a casa y dejar el boxeo.
Hay fue determinante el trabajo del entrenador.Se tubo que poner en su sitio y devolverme la confianza.Lo primero fue una bronca o eso me pareció en ese momento(los que conocéis a Pacho,imaginarlo enfadado...os quedáis cortos,fue mas duro aun ).Al día siguiente empezó su trabajo para reforzarme mentalmente.
Con esta experiencia aprendí que el boxeo no es solo técnica y fuerza,no es solo músculo y velocidad.Si te falla la cabeza,la confianza y concentración ,todo el buen boxeo que tengas no te servirá de nada en absoluto.
¿sirvio de algo el trabajo mental que me impartió mi entrenador?,pues os diré que ya han pasado unos cuantos años y aun sigo en este deporte que llamamos boxeo.
Gracias Pacho por la paciencia que tuviste conmigo.
El texto que hoy añado es de la que fue una web de boxeo (boxeo7) y escrito por Manel Martínez ,trata un poco el tema psicológico del boxeador.Espero que os guste.
DE NADA ME SIRVE TODO LO QUE SÉ, SI CUANDO COMPITO NO CONTROLO MI ANSIEDAD Y SE ME OLVIDA
"Cuando el listo es tonto." (Dr. GOLEMAN).
La cita del Dr. GOLEMAN nos ilustra sobre un hecho que nos ha sucedido a todos alguna vez, esto es, que nos hemos encontrado en situaciones de competición, de alta tensión, en la que nos bloqueamos o no pudimos hacer todo lo que queríamos.
A esta habilidad que tienen algunas personas de actuar a un máximo nivel en situaciones competitivas de alta tensión, se la denomina INTELIGENCIA EMOCIONAL. En los ambientes de los deportes de combate en el alto rendimiento, se le llama "INSTINTO ASESINO". Lo importante de estas situaciones es que podemos aprender a ser más eficaces cuando se producen, a ser más inteligentes, y como todos los procesos psicológicos que analizamos en anteriores capítulos, existe un margen de mejora y ello es lo que debemos aportar a nuestros jóvenes boxeadores.
Sin embargo esta es una parte de la historia, porque lo cierto es que una dosis de tensión es necesaria para optimizar el rendimiento en una tarea. Como señala la psicología del aprendizaje desde los años cincuenta, "sin tensión no hay rendimiento". La pregunta sería ¿cuánta tensión necesito para que mi rendimiento sea el máximo para una tarea concreta?
Iremos desgranando a continuación la respuesta a esta pregunta. Es una respuesta matizada que depende de la tarea que tengo que hacer, de mis habilidades para llevarla a cabo, de mi carácter, de la forma que me han enseñado... etc.
En este capítulo usaré de forma sinónima términos como "activación", "tensión", "estrés", "ansiedad", lo haré utilizando un significado amplio de ellos que hace referencia a una dimensión fisiológica del cuerpo humano que tiene que ver con la generación de un nivel de actividad nerviosa que cuando está en unos mínimos la identificamos con situaciones de tranquilidad, sosiego, sueño, y cuando alcanza unos máximos la denominamos ansiedad, pánico, ira, estrés.
¿Por qué nos podemos bloquear ante una situación de competición?
La primera razón, consiste en el desconocimiento del manejo de la tensión corporal y su relación con el rendimiento. El control de la tensión, es una condición necesaria aunque no suficiente para asegurar el rendimiento de una tarea, en otras palabras, si nos bloqueamos somos incapaces de hacer lo que sabemos.
Rendimiento y tensión guardan una relación muy estudiada en psicología experimental: Según aumenta la activación del sujeto, su rendimiento para esa tarea se incrementa hasta un punto a partir del cual, si seguimos aumentando dicha tensión, el rendimiento se bloquea y baja a niveles mínimos (agarrotamiento).
La cantidad de tensión óptima que precisa una deportista para la realización de una tarea dependerá de varios factores:
Unos dependen de la propia tarea que vamos a realizar. El principio general que podemos aplicar es que: soportan mucha tensión para alcanzar un buen rendimiento, la ejecución de tareas motrices sencillas o que estén muy automatizadas. Sin embargo, las tareas más complejas que precisan discriminación de señales, toma de decisiones complicadas o movimientos motrices precisos muy coordinados, requieren poca tensión para alcanzar un buen rendimiento.
Hay competidores que defienden magistralmente, pero cuando tienen que llevar a cabo tareas de ataque, fallan, les falta precisión y distancia. Esto se debe a que en competición, las tareas para llevar a cabo un ataque eficaz, son más complejas que las de defensa (ver capítulo dedicado al aprendizaje) y por eso la tensión necesaria para defenderse debe ser más alta que la que precisamos para ejecutar un ataque exitoso. Los buenos competidores han aprendido a regular su tensión y cuando van al ataque, su actitud es más tranquila -no confiada-, porque sabe que eso les ayuda a conectar mejor sus golpes en los huecos del rival, y a darles mayor "punch", en otras palabras su precisión, dureza y velocidad es mayor y esto en el boxeo es determinante.
Ese cambio de actitud lo podemos observar en muchos deportes. Un jugador de baloncesto antes de tirar un "tiro libre", se tranquiliza, bota el balón, respira, sus compañeros le dan unas palmadas para transmitir confianza y disminuir su nivel de tensión y luego tira. Si efectuase el tiro libre con la tensión que necesita para ser eficaz en el juego defensivo, su precisión disminuiría y fallaría más veces.
Otros dependen de la "habilidad" del boxeador: Aquellos que tienen más experiencia en la ejecución de una tarea concreta, soportan mayores niveles de activación para alcanzar buenos rendimientos, mientras que los "novatos" o los que tienen poca experiencia en éstas, sólo con niveles bajos de tensión lograrán buenos rendimientos.
Esto se debe a que para el novato, la ejecución de movimientos deportivos son todavía una tarea con un alto componente mental, es decir debe pensar lo que va a hacer y cómo lo va a hacer, su mente tiene que estar en lo que está haciendo para conseguir un gesto eficaz. Por el contrario, el experto, puede poner su mente en otros estímulos relevantes al tiempo que ejecuta la tarea Motriz de forma automatizada, instintiva, ganando en eficacia. Esto supone que un boxeador de nivel aunque se distraiga, es capaz de ejecutar el movimiento, pero en el caso del novato, esa ejecución se resiente. Además, para más INRI, el experto se va a distraer menos porque está más habituado, mientras que el debutante vivirá todo el mundo que rodea a la competición como algo novedoso.
Los boxeadores novatos muchas veces se "pierden" en el ring y el trabajo que exhiben suele estar muy por debajo de sus posibilidades. Si además tienen que competir en veladas con mucho público -que es un factor que aumenta la tensión- es probable que no sea capaz después de combate de explicar lo que hizo en el cuadrilátero.
Por el contrario, una figura experimentada, puede llevar un disgusto ante un boxeador más novato haciendo unos guantes en el gimnasio. En este caso, "la figura" precisa niveles altos de tensión para rendir y si no los tiene... se confía, y como su rendimiento va a estar muy por debajo de sus posibilidades, puede llevar un susto.
El carácter del boxeador también tiene algo que decir en la solución a este problema: los atletas nerviosos rinden mejor con niveles más bajos de activación. Mientras que aquellos que son más tranquilos, precisan activaciones más altas para alcanzar buenos rendimientos. Un boxeador muy nervioso, puede rendir excelentemente en un interclub y en los primeros asaltos, mientras que uno más tranquilo, necesitará más tensión -público, responsabilidad.... etc- para llegar a ese nivel de rendimiento óptimo.
Esto es algo que los entrenadores ya sabemos y dentro del equipo existen unos competidores idóneos para interclubs, provinciales, nacionales o internacionales.
La segunda razón, consiste en el desconocimiento de la respuesta de ansiedad en los deportistas.
¿Qué le sucede psicológicamente a un boxeador cuando está ansioso? La respuesta psicológica del deportista, la analizamos a tres niveles: a un nivel cognitivo (los pensamientos que tiene, lo puramente mental), a nivel emocional (lo que siente), y a nivel comportamental (lo que hace).
A nivel cognitivo (mental) los niveles altos de tensión (ansiedad) se asocian con una serie de categorías muy comunes en los atletas que están en esta situación:
Indecisión para tomar decisiones. La ejemplificación la tenemos en el boxeador que está tan ansioso que no sabe que hacer ante su rival porque está tan nervioso que en su mente tiene mil ideas, mil planes y anticipa mil reacciones de su rival y de tanto "pensar" cúal es el ataque que debe realizar y la reacción posible que espera de su rival, al final toma la peor decisión, ninguna y no ataca.
Falta de concentración en la tarea. El boxeador con niveles altos de ansiedad pierde la concentración en lo que tiene que hacer. Para competir en un ring, ante un rival, el foco necesario para lograr un rendimiento debe ser externo y estrecho (ver capítulo dedicado a la concentración). La ansiedad hace que el boxeador esté más atento a lo que le está pasando que a su rival. Esa distracción o excesiva preocupación por lo que le sucede crea sistemas de retroalimentación negativa del tipo "estoy muy nervioso voy a fallar" y cuanto más atento esté a su tensión que certifica sus pensamientos negativos, más se incrementará ésta en dichas circunstancias.
Esta situación la pagará muy cara. Como su tensión será muy alta, sólo tendrá cierto éxito en tareas defensivas (al estar su cuerpo muy tenso, encaja mejor... pero también se agotará rápidamente, ya que sus movimientos poco coordinados gastarán mucho energía en cada ataque y su alta activación colocarán pronto su corazón en unas pulsaciones tan altas que el único sistema energético que podrá usar en tales circunstancias, será el anaeróbico láctico, y en este sector de producción energética, la disponibilidad de las reservas son limitadas), fallando en ataques y contras porque ese exceso de tensión le quitará precisión y punch (al no relajar los músculos antagonistas cuando efectúe el movimiento), y para más INRI, se cansará rápidamente. Y todo ello, por estar preocupado porque está nervioso.
Dificultad para aprender de la experiencia pasada. Un boxeador muy activado realizará un ataque "comiéndose" una contra y volverá a hacer el mismo ataque y recibirá la misma contra y así, sucesivamente. Está tan tenso que es incapaz de ser consciente del hecho de que su rival le está esperando por el mismo lado, con la misma técnica para conectarle la misma contra. En otro orden de cosas, si estaba alto de peso y bajó los últimos días acusando esa pérdida de peso en el combate, el próximo combate volverá a tomar las mismas decisiones y cometer los mismos errores. Esa falta de inteligencia operativa es debido simplemente a que su nivel de ansiedad bloquea sus habilidades mentales y a los ojos de sus compañeros o su entrenador, parecerá tonto.
Procesamiento defectuoso de la información. Se refiere a la distorsión que sufre el boxeador nervioso, dando excesiva importancia a situaciones que no la tienen, a detalles sin importancia, se sobregeneralizan experiencias pasadas negativas, mientras que se obvian aspectos fundamentales para su propio rendimiento. Estas distorsiones sobre todo, tienen que ver con tres grupos de distractores: Las dolencias físicas, los recursos que posee el rival y los suyos propios.
Antes de los combates, sobre todo cuando llevamos boxeadores noveles que portan un nivel de tensión muy alto, en el pesaje ven a sus rivales mucho más grandes y fuertes que ellos y la primera pregunta que hacen al coach "pero ese tío, pesa como yo... oye mira que no puede ser". También, cuando están calentando se verán incapaces de hacer el trabajo que les manda su entrenador: no les sale nada, y además se cansan mucho. Además muestran una excesiva preocupación por que "van mucho al servicio" o una pequeña molestia que tienen en algún lugar de su anatomía, una protección mal ajustada, un vendaje un poco flojo... etc, y parece que todo el éxito posterior de su tarea radica en la solución de esa pequeña molestia o problema. Si el combate anterior lo hizo mal, tenderá a ver relaciones de causa efecto entre lo que hace y el resultado de la tarea a la que se enfrenta ("me está pasando como la otra vez... y la voy a pifiar").
Durante el combate, si no autorreguló su nivel de tensión, notará los golpes de su rival "durísimos", las habilidades de su contrincante muy superior a la suya propia, no se enterará de las instrucciones de la esquina y malinterpretará las decisiones arbitrales "que siempre le perjudican". También se puede dar la circunstancia de que su tensión sea tan fuerte que cuando llega a la esquina y le preguntas "¿qué tal el rival?", responde jadeando "No pega sellos, no me entero de los golpes". Mal asunto, excesiva tensión. Mañana le dolerá todo el cuerpo porque su rival "no pegaba nada". Su rival le da accidentalmente un golpe antirreglamentario y él lo interpretará como una felonía malintencionada... etc.
Y al final del combate, sólo será capaz de recordar algunos "flashes" que son productos de un filtraje negativo de lo sucedido en el ring (ver capítulo de la motivación). De los nueve minutos de juego, se acuerda de aquella metedura de pata o aquella acción antirreglamentaria. Si le gana, estará apesadumbrado porque "tuvo suerte" o era "peor que yo", y si pierde, con más motivos porque "no hice nada", "no valgo para esto", "tanto entrenar para subir al ring y no hacer nada". La realidad inconfesable es que cuando estaban allí arriba sus emociones eran tan fuertes que no controlaban sus acciones: Miedo intenso, ira desbocada...y esa falta de control, se considera imperdonable. Y lo peor, es que sólo me pasa a mí. En fin, un drama.
Si posteriormente se ve en video, se verá mucho mejor que el recuerdo que tiene de su propia actuación.
A nivel emocional, los altos niveles de ansiedad llevan aparejados en el deportista temor anticipado, preocupación continuada, pesimismo, baja confianza en sí mismo, sentimientos de irritabilidad y agresión.
Antes de la competición, el día antes, la preocupación por cómo lo haré, impedirá muchas veces al boxeador conciliar el sueño. Esta excesiva preocupación nota que le debilita -se alimenta peor, duerme peor, más visitas al servicio...-, con lo que su pesimismo acerca de su futura actuación se incrementa. Aquel optimismo y ganas que tuvo cuando el preparador le dijo que iba a pelear, parece que se están transformando en todo lo contrario. Y todo esto es porque en el fondo "tiene miedo", y la no-aceptación de ese miedo, de ese autoengaño, aumenta su preocupación porque no se puede engañar a si mismo. Ese miedo se acompaña con episodios de ira y búsqueda de la situación competitiva... es el reverso de la moneda, más de lo mismo. ¿Pero, por qué se produce todo esto?: la razón está en lo que le sucede a nivel físico y cómo lo interpreta el boxeador.
A nivel físico. Su cuerpo está activado por que en el SISTEMA AUTÓNOMO, se incrementa la actividad SIMPÁTICA. EL AUTÓNOMO, es el encargado de las reacciones de "lucha o huida" y se compone de dos subsistemas opuestos y compensatorios: EL SIMPÁTICO y el PARASIMPÁTICO. El primero es el encargado de la lucha, preparando al cuerpo para ello y al segundo le incumbe la tarea de conservar y restaurar las reservas corporales.
EL SISTEMA SIMPÁTICO, está compuesto por unos ganglios -situados en la parte delantera del cuerpo a la altura del plexo solar y estómago- que disparan adrenalina al torrente sanguíneo y a través de éste va a los órganos activándolos, preparándolos para una respuesta de "lucha".
El corazón late más de prisa y la sangre es transferida desde la piel y las vísceras, al cerebro y los músculos, aumentando la presión sanguínea. El nivel de producción de glóbulos rojos se incrementa con velocidad. El tiempo de coagulación de la sangre se reduce. Se interrumpe el proceso de digestión y almacenamiento de los alimentos. Se restringe la segregación de saliva. Los hidratos de carbono almacenados son expulsados del hígado y llenan la sangre de azúcar. Hay un aumento de la actividad respiratoria: más oxígeno para generar más energía. Los pelos se erizan y el sudor mana copiosamente.
Todos estos cambios, te preparan para el combate. La sangre es impulsada vigorosamente a los sitios en los que se precisa: al cerebro, para activar el pensamiento, y a los músculos para facilitar sus acciones. El incremento de azúcar en la sangre, aumenta la eficacia muscular permitiendo la producción de energía en condiciones anaeróbicas. La aceleración de los procesos de coagulación significa que si se produce una herida, la sangre se coagulará más rápidamente y de esta manera la pérdida será menor. El suministro acelerado de glóbulos rojos por el bazo, en combinación con el creciente aumento de velocidad de circulación sanguínea, ayuda al sistema respiratorio a incrementar la absorción de oxígeno (que es la que crea energía de forma masiva por el sistema aeróbico) y la expulsión del anhídrido carbónico. El erizamiento de los pelos y el sudor, ponen la piel al aire y contribuyen a refrescar el cuerpo, evitando los peligros de un calentamiento exagerado debido al exceso de actividad.
La lucha puede llevar a una magnífica victoria, pero también puede acarrear graves daños al vencedor, por eso, invariablemente cuando el cuerpo se prepara para la lucha, también es presa del miedo... y eso es un síntoma de activación del sistema PARASIMPÁTICO. Las visitas al baño son actividades parasimpáticas. También lo son el enrojecimiento de la piel, las náuseas, los jadeos y suspiros... y toda esta actividad desbocada de ambos sistemas replicando, esa actividad simpática mezclada con síntomas parasimpáticos producen sensaciones muy desagradables en el boxeador.
Esta variada sintomatología suele interpretarse como "estoy nervioso, tengo miedo, me voy a bloquear...", lo que la incrementará. Sólo su vivencia como algo normal y necesario para el rendimiento, convertirá esa energía en recursos positivos para llevar a cabo la tarea con éxito.
A nivel comportamental, los boxeadores con un alto nivel de ansiedad exhiben un deterioro de los procesos automáticos preocupantes. Aquellas técnicas que coordinaban y ejecutaban con precisión y velocidad en el gimnasio, son irreconocibles. Las esquivas, la distancia... todo ese aprendizaje automatizado y que precisa de una realización instintiva para su eficacia, se deteriora. Realmente, para quien no conozca los efectos negativos del agarrotamiento en la ejecución motriz, parecerá como que los boxeadores en juego en estas circunstancias no tienen el nivel técnico mínimo necesario para hacerlo.
La fatiga se dispara. Dos o tres acciones de ataque o defensa agotarán al boxeador ansioso. Aunque el público asistente achaque esta fatiga a una mala preparación física del competidor, no es debido a ello en absoluto. La prueba está en que más adelante, según continúa el combate (si este le es favorable), la fatiga se disipará y dará lugar a una actuación por parte del púgil más ajustada a sus posibilidades.
Hay una evitación de las acciones que impliquen un cierto riesgo. Se limitará a defender -en el mejor de los casos- y si su rival está a la contra, su trabajo consistirá en dar vueltas alrededor de éste, hasta que su propia ansiedad le haga realizar a destiempo y de forma desordenada una acción impulsiva tan inoperante como ineficaz. Evidentemente, el boxeador ansioso, agarrotado, no controla su trabajo, sus acciones no tienen táctica, son impulsivas y sus técnicas agarrotadas por la excesiva tensión de los antagonistas carecen de precisión, de punch, y además le agotan rápidamente.
Como consecuencia de todo lo anterior, hay un deterioro del timing, la oportunidad en el ataque y la contra no existen. Sin embargo, a pesar de este cuadro tan negativo, esta tensión inoperante le hará "encajar mejor".
La tercera razón, consiste en potenciar la ansiedad del boxeador a través del propio entrenamiento y la forma de dirigirlo.
Muchas veces, somos los entrenadores los que suministramos un nivel de tensión inadecuado a nuestros deportistas que favorecen el que éstos se bloqueen en las competiciones. Veamos, algunas variables que potencian este descontrol:
Planificación de objetivos: Cuando planteamos a un competidor un objetivo que él piensa que no va a conseguir porque no está preparado, potenciamos su ansiedad. Esa poca seguridad por alcanzar la meta, perjudica al competidor. Habrá que hablar con el deportista para conocer sus aspiraciones y en función de sus habilidades, dedicación y nuestro conocimiento del deporte, plantear metas realistas y retadoras (ver capítulo de la motivación).
La impredictibilidad del resultado de la competición: Es una causa esencial de aumento de la ansiedad, la pregunta más estresante es la que nos dice ¿qué pasará durante el combate, quién ganará?. Por eso, los entrenadores experimentados que trabajan con debutantes (escuelas de boxeo), saben que una forma de quitar responsabilidad al boxeador ante el posible resultado negativo, consiste en plantearle como reto que realice determinados trabajos al margen del resultado final. Esas pequeñas metas que se plantean a lo largo del combate, funcionan como puntos de anclaje para la atención, favoreciendo el rendimiento y minimizando la aparición del agarrotamiento en competición.
Errores en los métodos de entrenamiento: Entrenamientos basados en una utilización inadecuada de las cargas de volumen o intensidad, que por defecto o por exceso no consiguen una puesta a punto adecuada para el boxeador y él lo sabe. Subirá al ring, sin la puesta a punto precisa, sin entrenamientos de intensidad que le preparen para los cambios de ritmo de las series o del rival, o por el contrario competirá pasado de entrenamiento, con un trabajo excesivo de intensidad, que hará que el boxeador subirá quemado, cansado y con calambres porque nos hemos pasado con dicha variable en su puesta a punto.
Una excesiva o mal dirigida preparación física, la ausencia de trabajos de alta intensidad psicológica (como los entrenamientos de competición simulada)... todos esos factores pueden desencadenar en el boxeador la expectativa de un bajo rendimiento que aumentará su nivel de ansiedad perjudicando su rendimiento en competición.
Carencias en su preparación técnica o táctica que le hacen dudar de sus posibilidades ante el reto que se le plantea.
Inadecuado manejo de reforzadores para potenciar el aprendizaje: A ello nos referimos en el capítulo primero dedicado al aprendizaje. Si el método de enseñanza es exclusivamente la crítica ante el error o la ejecución incorrecta, estamos potenciando en el boxeador el "miedo al fracaso", uno de los miedos más imposibilitantes que se pueden dar en la competición. De la misma manera cuando un competidor novato va a competir y no lo hace, y esto sucede varias veces seguidas, estamos creando un refuerzo negativo hacia su futura actuación denominado "Evitación" y que le hará competir con una carga adicional de estrés que posiblemente bloquee su rendimiento.
Problemas de comunicación entre el entrenador y sus pupilos: El entrenador debe facilitar a sus boxeadores información sobre su ejecución, cómo lo tienen que hacer, informarles objetivamente sobre su rendimiento deportivo y la forma de mejorarlo y si no lo sabe decirlo. Cuando se recurre a descalificaciones personales por malas ejecuciones deportivas en vez de dar información para que mejore, el atleta empezará a pensar que su valía personal va unido a su éxito deportivo y esa creencia acabará limitando su progreso pugilístico.
En este sentido tiene una gran importancia los comentarios que hace el entrenador antes, durante y después de las competiciones. Muchas veces, debido al alto tono emocional de las mismas, los entrenadores que estamos tan nerviosos como los púgiles, no controlamos nuestra comunicación y caemos en descalificaciones o exigencias que aumentan la incertidumbre del boxeador ante sus posibilidades de éxito.
La vivencia de experiencias anteriores frustrantes potenciará en el boxeador el aumento de la ansiedad ante el próximo reto. Si un boxeador viene de varias derrotas anteriores sus próximos retos tienen que ser tratados con cuidado.El objetivo deberá consistir en realizar determinados trabajos más que ganar o perder.
TEXTO DE : Manel Martínez
un texto interesante para los que boxean y sobre todo,para quienes compiten o lo haran en un futuro
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