A SANGRE FRIA
Por fin Schmeling. Max llega a América arropado por toda la propaganda del Tercer Reich, al que, sin miedo, él no promociona. Ha combatido con el sudafricano Ben Foord en Hamburgo, y con Steve Dudas. El “Lobby” judío, en unión con la prensa americana, caldea la pelea apelando a un patriotismo cercano a la histeria.
Un día antes, en la prensa se publica un artículo firmado (y no escrito) por Louis: “Esta noche, no sólo busco la venganza y limpiar la única mancha que tengo en mi historial. Hoy peleo por América, contra el intruso invasor, Max Schmeling. No es un Schmeling- Louis, es una vieja y gran América contra la barbarie alemana”.
La realidad es otra. En el avantmach, Louis y Max se han dado la mano y en absoluto han sido hostiles. No dejan de ser compañeros de profesión. Es indudable que hay presión social y política, pero en dos profesionales con tanta experiencia, lo que cuenta en realidad sólo es la pelea.
Y Louis tiene miedo. El sentimiento de impotencia, de peligro que tiene como recuerdo de la anterior pelea pesa en él. No es tenis, atletismo, donde si pierdes sólo tu orgullo queda dañado. Desde varios estados de ánimo, la lucha consigo mismo es atroz. ”Estoy asustado, tengo miedo que Schmeling me mate esta noche”.
Cuando llegue su turno, Joe recorrerá el pasillo que lo lleva al atronador griterío del público. Pero no escuchará nada. La subida por la corta escalera de 5 peldaños le parecerá la subida al cadalso. Sentirá un pinchazo en el corazón al ver a su rival en la otra esquina, pero no sentirá los flashes de la prensa. Se sentará mientras su entrenador le anuda meticulosamente los guantes, pero no lo oirá.
Dará los cinco pasos para escuchar los consejos del árbitro.
Y, entonces, entonces clavará sus ojos en los ojos de Schmeling. No moverá ni un músculo. Se olerán (el miedo huele) mutuamente el miedo. Quedarán a centímetros uno del otro.
En ese momento, la lucha contra uno mismo acaba, y comienza la lucha contra el rival. El alemán se le ve sereno.
Al primer campanazo, Louis se aposenta en el centro y pasa a presionar. Schmeling parece sorprendido con el cambio de táctica. Louis intenta limpiar la línea de combate doblando con el jab. El germano, cauto, bascula el peso atrás, esperando a recibirlo con la derecha.
Louis, en cuanto ve al rival tocando la cuerda, sin retaguardia inicia la presión. Dobla de derecha y el teutón lo siente. Recibe un golpe corto que lo destroza. Comienza el drama.
Schmeling, apoyado en la cuerda alta, comienza a chillar en alemán, suplicando al árbitro que intervenga. Grave error. La cuenta de proteccion de pie no está en vigor para esta pelea. Encima, todo se desarrolla junto al equipo de retrasmisión de la radio de Alemania, totalmente mudo, y así, todo el pais, en directo, queda conmocionado con los gritos del germano...
Louis se acerca en corto, y a quemarropa mete dos disparos al cuerpo, huecos que ha dejado el aleman (parece sencillo, pero con la tension, cualquiera hubiera seguido pegando arriba) y acaba la serie otra vez arriba.
El árbitro lo separa. El alemán no entiende porque no hay cuenta. Otra vez le viene encima Louis. Descarga otra serie que da con el alemán en tierra. En vez de quedarse para la cuenta, Schmeling se levanta de inmediato. Otra descarga y el alemán comete el mismo error.
En el centro del ring, Louis alarga la izda, para tomar distancia y cegar, dispara la derecha al cuerpo, para abrir hueco, y con el máximo recorrido, a plomo, dobla la derecha arriba, como un disparo de Magnum 45. La toalla cae al suelo al mismo tiempo que el alemán.
Schmeling tiene dos vertebras cervicales luxadas.
Louis ha vencido, a si mismo y al rival.
Louis, sufriendo en silencio, callando su satisfacción en la victoria.
Louis es ahora el idolo no sólo de los negros, sino de todos los americanos. Es un símbolo. Un icono. Ahora pasa a ocupar el lugar, en el altar de los Dioses, de Dempsey.
Solo una anécdota (para Almodóvar). Lo narra Luter King. En una de las primeras ejecuciones en Alabama, con gas, cuando depositaron la píldora letal, el reo, un hombre negro, desde el altavoz que lo comunicaba con el exterior, chillaba: ”Joe Louis, sálvame, Joe Louis, sálvame”.
La cantante Count Bassei canta “Joe Louis Blues".
Hasta la pelea con Walcott, durante 9 años, defenderá el titulo más veces que ningún antecesor.
No está mal para este hijo de pobre aparcero, que no pasó de sexto grado en la escuela.
El gran Semipesado negro, John Harry Lewis será el siguiente noqueado por Louis, a comienzos del 39, en un único asalto.
“He hecho esto rápido porque eres mi amigo”. Lo sacó literalmente del ring. Lo que no cuenta es que Lewis, desde hacía tres años no veía por el ojo izdo, debido a una catarata traumática que opacaba el cristalino. La lesión se le estaba reproduciendo en el ojo derecho. Louis le mandó callar. Nada a la prensa. Preparó la pelea ocultándolo a Jacobs. La bolsa será su retiro. Fue su última pelea. 106 peleas, 103 victorias, pero con escasísima pegada. Cuando la batalla contra Conn, la alta figura de Lewis resalta en el equipo de Louis.
Apenas habla en las entrevistas: ”Mi mánager habla por mi, yo lo hago en el ring”.
Sigue las Tablas de la Ley de Jack “Chapie“ Blackburn:
- No te fotografíes con mujeres blancas.
- Que no te vean en clubs nocturnos.
- No aceptes peleas blandas ni amañadas.
- No muestres arrogancia ante el rival caído.
- Muéstrate impasible ante las cámaras.
Todos estos mandamientos se resumen en dos, aparenta una vida limpia y pelea del mismo modo. Postulados anti-Jack Johnson.
Un día antes, en la prensa se publica un artículo firmado (y no escrito) por Louis: “Esta noche, no sólo busco la venganza y limpiar la única mancha que tengo en mi historial. Hoy peleo por América, contra el intruso invasor, Max Schmeling. No es un Schmeling- Louis, es una vieja y gran América contra la barbarie alemana”.
La realidad es otra. En el avantmach, Louis y Max se han dado la mano y en absoluto han sido hostiles. No dejan de ser compañeros de profesión. Es indudable que hay presión social y política, pero en dos profesionales con tanta experiencia, lo que cuenta en realidad sólo es la pelea.
Y Louis tiene miedo. El sentimiento de impotencia, de peligro que tiene como recuerdo de la anterior pelea pesa en él. No es tenis, atletismo, donde si pierdes sólo tu orgullo queda dañado. Desde varios estados de ánimo, la lucha consigo mismo es atroz. ”Estoy asustado, tengo miedo que Schmeling me mate esta noche”.
Cuando llegue su turno, Joe recorrerá el pasillo que lo lleva al atronador griterío del público. Pero no escuchará nada. La subida por la corta escalera de 5 peldaños le parecerá la subida al cadalso. Sentirá un pinchazo en el corazón al ver a su rival en la otra esquina, pero no sentirá los flashes de la prensa. Se sentará mientras su entrenador le anuda meticulosamente los guantes, pero no lo oirá.
Dará los cinco pasos para escuchar los consejos del árbitro.
Y, entonces, entonces clavará sus ojos en los ojos de Schmeling. No moverá ni un músculo. Se olerán (el miedo huele) mutuamente el miedo. Quedarán a centímetros uno del otro.
En ese momento, la lucha contra uno mismo acaba, y comienza la lucha contra el rival. El alemán se le ve sereno.
Al primer campanazo, Louis se aposenta en el centro y pasa a presionar. Schmeling parece sorprendido con el cambio de táctica. Louis intenta limpiar la línea de combate doblando con el jab. El germano, cauto, bascula el peso atrás, esperando a recibirlo con la derecha.
Louis, en cuanto ve al rival tocando la cuerda, sin retaguardia inicia la presión. Dobla de derecha y el teutón lo siente. Recibe un golpe corto que lo destroza. Comienza el drama.
Schmeling, apoyado en la cuerda alta, comienza a chillar en alemán, suplicando al árbitro que intervenga. Grave error. La cuenta de proteccion de pie no está en vigor para esta pelea. Encima, todo se desarrolla junto al equipo de retrasmisión de la radio de Alemania, totalmente mudo, y así, todo el pais, en directo, queda conmocionado con los gritos del germano...
Louis se acerca en corto, y a quemarropa mete dos disparos al cuerpo, huecos que ha dejado el aleman (parece sencillo, pero con la tension, cualquiera hubiera seguido pegando arriba) y acaba la serie otra vez arriba.
El árbitro lo separa. El alemán no entiende porque no hay cuenta. Otra vez le viene encima Louis. Descarga otra serie que da con el alemán en tierra. En vez de quedarse para la cuenta, Schmeling se levanta de inmediato. Otra descarga y el alemán comete el mismo error.
En el centro del ring, Louis alarga la izda, para tomar distancia y cegar, dispara la derecha al cuerpo, para abrir hueco, y con el máximo recorrido, a plomo, dobla la derecha arriba, como un disparo de Magnum 45. La toalla cae al suelo al mismo tiempo que el alemán.
Schmeling tiene dos vertebras cervicales luxadas.
Louis ha vencido, a si mismo y al rival.
Louis, sufriendo en silencio, callando su satisfacción en la victoria.
Louis es ahora el idolo no sólo de los negros, sino de todos los americanos. Es un símbolo. Un icono. Ahora pasa a ocupar el lugar, en el altar de los Dioses, de Dempsey.
Solo una anécdota (para Almodóvar). Lo narra Luter King. En una de las primeras ejecuciones en Alabama, con gas, cuando depositaron la píldora letal, el reo, un hombre negro, desde el altavoz que lo comunicaba con el exterior, chillaba: ”Joe Louis, sálvame, Joe Louis, sálvame”.
La cantante Count Bassei canta “Joe Louis Blues".
Hasta la pelea con Walcott, durante 9 años, defenderá el titulo más veces que ningún antecesor.
No está mal para este hijo de pobre aparcero, que no pasó de sexto grado en la escuela.
El gran Semipesado negro, John Harry Lewis será el siguiente noqueado por Louis, a comienzos del 39, en un único asalto.
“He hecho esto rápido porque eres mi amigo”. Lo sacó literalmente del ring. Lo que no cuenta es que Lewis, desde hacía tres años no veía por el ojo izdo, debido a una catarata traumática que opacaba el cristalino. La lesión se le estaba reproduciendo en el ojo derecho. Louis le mandó callar. Nada a la prensa. Preparó la pelea ocultándolo a Jacobs. La bolsa será su retiro. Fue su última pelea. 106 peleas, 103 victorias, pero con escasísima pegada. Cuando la batalla contra Conn, la alta figura de Lewis resalta en el equipo de Louis.
Apenas habla en las entrevistas: ”Mi mánager habla por mi, yo lo hago en el ring”.
Sigue las Tablas de la Ley de Jack “Chapie“ Blackburn:
- No te fotografíes con mujeres blancas.
- Que no te vean en clubs nocturnos.
- No aceptes peleas blandas ni amañadas.
- No muestres arrogancia ante el rival caído.
- Muéstrate impasible ante las cámaras.
Todos estos mandamientos se resumen en dos, aparenta una vida limpia y pelea del mismo modo. Postulados anti-Jack Johnson.
EL CLUB DEL CULAZO DEL MES
Así llama la prensa especializada a la siguiente etapa de Louis, donde peleará sin pausa prácticamente con todo peso pesado que se le ponga delante. Puede parecer denigrante, muchos críticos de Louis articulan que los rivales no tenían entidad, pero estamos hablando de pesos pesados (que cargan todos los golpes), y de peleas muy seguidas.
La cuenta empieza con Jack Roper. En junio del 39 se enfrenta a Tony “grasa” Galento. Tras un serio entrenamiento a base de tabaco y cerveza, la versión años 30 de ButterBean. Y estuvo a punto de dar la sorpresa. En el primer asalto, Galento le envío una volea abierta que el moreno no supo identificar. Louis se marchó a la lona. Se puso serio, y en 4 asaltos lo laminó, con combinaciones por todos los ángulos. Es el problema de los púgiles fríos, cuando han entrado en la pelea y han testeado bien al rival son imparables, pero en ese periodo son muy vulnerables.
En la esquina de Galento, está su mánager, el inefable Joe Jacobs (el mismo de Schmeling). Otro sapo más para tragar, llevar a rastras un peso muerto como Galento y subirlo a la banqueta es un trabajo pesado. Galento siguió su meteórica carrera perdiendo con todo el mundo y dando espectáculo. Al final, encontró su verdadera vocación: luchar contra un pulpo y boxear contra un canguro en las barracas de Coney Island.
Bob Pastor, el púgil que le aguantó todos los asaltos, esta vez no repetirá la hazaña, Louis lo hará claudicar en el 11. Con él acaba el año 1939.
La década de los 40 la comienza con el chileno Godoy (nada que ver con Luisg). Aplicando todas las leyes del antiboxeo, apelando a la marrullería, le aguanta los 15 a Joe.
Le sigue un desconocido Johnny Paychek, al que hace desaparecer del ring (prácticamente volando) en dos asaltos.
Vuelve Godoy, y esta vez no le dejan seguir en el 8°. Del cabreo se lanza contra el árbitro, en el más puro estilo Duran. Le iba la marcha.
1940 acaba con un Ko sobre Al McCoy.
El 41 comienza con Red Burman, Gus Dorazzio, y Abe Simon.
Abe Simon aguanta 13 asaltos con Louis. Pesa 255 libras (48 más que Louis). Un gigante a lo Carnera. De los que hacen saltar las baldosas de la acera cuando pasan. Abe convence a su mánager Jimmy Johnston (de 1.50 de altura, la prensa se partía el alma por juntarlos, llegaron a hacer un número con el mánager en las rodillas de Abe, y éste haciendo de ventrílocuo). En la revancha cree que puede ganar al Bombardero. Esta se producirá mas tarde, en 1942, a comienzos de la guerra. No pasa del 6°. Lo rociará de combinaciones cortas, sin quedar mucho tiempo delante, para no ser arrollado. Louis donará los beneficios al ejército. Pero es tal la promoción de Abe Simon, que acabara siendo estrella de series en la naciente televisión, hasta su muerte, de un infarto en 1970, con tan solo 57 años.
Louis seguirá con el paseo militar. Cae Tony Musto.
Le sigue Buddy Baer, el hermano de Max. A pesar de ser su hermano pequeño, es un auténtico gigante. En su espalda debería llevar tatuado “Prohibido jugar al frontón”. Pasa por las puertas de lado.
En el primer asalto, Louis es contado, Baer literalmente lo saca de la arena. En el 7°, Baer es descalificado, por pegar fuera de tiempo. La revancha será en el 42. Louis lo ventila en el 1° asalto, haciéndolo caer tres veces. Los beneficios, para el ejército.
Cuando comience la guerra, Louis, sargento instructor, recorrerá todos los frentes, en peleas de exhibición. Las aportaciones de las revanchas de Baer y Simon se complementan con 37.000$ que el fenicio Mike Jacobs, a petición de Louis, también donará. Buddy Baer cumple con lo suyo, 4.078$. Hará anuncios publicitarios para animar al alistamiento (que deben cortar en diálogos, por las dificultades de dicción de Louis).
Cuando la guerra acabe, el fisco olvidará todo eso, se cebará con Louis. Lo exprimirá como un limón, y, hipócritamente, cuando muera lo enterraran en el cementerio de Arlington, con honores de héroe de guerra. Exprimir a los muertos no solo no es elegante, es imposible.
La cuenta empieza con Jack Roper. En junio del 39 se enfrenta a Tony “grasa” Galento. Tras un serio entrenamiento a base de tabaco y cerveza, la versión años 30 de ButterBean. Y estuvo a punto de dar la sorpresa. En el primer asalto, Galento le envío una volea abierta que el moreno no supo identificar. Louis se marchó a la lona. Se puso serio, y en 4 asaltos lo laminó, con combinaciones por todos los ángulos. Es el problema de los púgiles fríos, cuando han entrado en la pelea y han testeado bien al rival son imparables, pero en ese periodo son muy vulnerables.
En la esquina de Galento, está su mánager, el inefable Joe Jacobs (el mismo de Schmeling). Otro sapo más para tragar, llevar a rastras un peso muerto como Galento y subirlo a la banqueta es un trabajo pesado. Galento siguió su meteórica carrera perdiendo con todo el mundo y dando espectáculo. Al final, encontró su verdadera vocación: luchar contra un pulpo y boxear contra un canguro en las barracas de Coney Island.
Bob Pastor, el púgil que le aguantó todos los asaltos, esta vez no repetirá la hazaña, Louis lo hará claudicar en el 11. Con él acaba el año 1939.
La década de los 40 la comienza con el chileno Godoy (nada que ver con Luisg). Aplicando todas las leyes del antiboxeo, apelando a la marrullería, le aguanta los 15 a Joe.
Le sigue un desconocido Johnny Paychek, al que hace desaparecer del ring (prácticamente volando) en dos asaltos.
Vuelve Godoy, y esta vez no le dejan seguir en el 8°. Del cabreo se lanza contra el árbitro, en el más puro estilo Duran. Le iba la marcha.
1940 acaba con un Ko sobre Al McCoy.
El 41 comienza con Red Burman, Gus Dorazzio, y Abe Simon.
Abe Simon aguanta 13 asaltos con Louis. Pesa 255 libras (48 más que Louis). Un gigante a lo Carnera. De los que hacen saltar las baldosas de la acera cuando pasan. Abe convence a su mánager Jimmy Johnston (de 1.50 de altura, la prensa se partía el alma por juntarlos, llegaron a hacer un número con el mánager en las rodillas de Abe, y éste haciendo de ventrílocuo). En la revancha cree que puede ganar al Bombardero. Esta se producirá mas tarde, en 1942, a comienzos de la guerra. No pasa del 6°. Lo rociará de combinaciones cortas, sin quedar mucho tiempo delante, para no ser arrollado. Louis donará los beneficios al ejército. Pero es tal la promoción de Abe Simon, que acabara siendo estrella de series en la naciente televisión, hasta su muerte, de un infarto en 1970, con tan solo 57 años.
Louis seguirá con el paseo militar. Cae Tony Musto.
Le sigue Buddy Baer, el hermano de Max. A pesar de ser su hermano pequeño, es un auténtico gigante. En su espalda debería llevar tatuado “Prohibido jugar al frontón”. Pasa por las puertas de lado.
En el primer asalto, Louis es contado, Baer literalmente lo saca de la arena. En el 7°, Baer es descalificado, por pegar fuera de tiempo. La revancha será en el 42. Louis lo ventila en el 1° asalto, haciéndolo caer tres veces. Los beneficios, para el ejército.
Cuando comience la guerra, Louis, sargento instructor, recorrerá todos los frentes, en peleas de exhibición. Las aportaciones de las revanchas de Baer y Simon se complementan con 37.000$ que el fenicio Mike Jacobs, a petición de Louis, también donará. Buddy Baer cumple con lo suyo, 4.078$. Hará anuncios publicitarios para animar al alistamiento (que deben cortar en diálogos, por las dificultades de dicción de Louis).
Cuando la guerra acabe, el fisco olvidará todo eso, se cebará con Louis. Lo exprimirá como un limón, y, hipócritamente, cuando muera lo enterraran en el cementerio de Arlington, con honores de héroe de guerra. Exprimir a los muertos no solo no es elegante, es imposible.
EL BOMBARDERO DE HIELO Y BILLY “VIET-”CONN
Tras la primera pelea con Buddy Baer, Louis se toma un descanso de 6 meses. Está exhausto de entrenar y pelear. Pero la máquina de hacer dinero que lleva el nombre de Mike Jacobs no descansa. Hay un púgil que podría dar mucho juego. Es irlandés como Braddock (garantía de buena taquilla en NY), nacido en Pittsburg. Se llama Billy Conn.
Billy Conn sólo tuvo una pelea amateur. Su debut lo hizo en 1935, en categoría Welter. Su aspecto de galán, lo compagina, afortunadamente, con el gimnasio. Como Tunney, es un genio en el estudio de sus rivales contemporáneos. En medios ha ganado a Risko, Dundee, Yarosz. Sólo Kieger le ganó a los puntos, pero se desquitó en la revancha. En semipesados ha protagonizado batallas contra Melio Betina, y hasta 3 veces ha peleado contra Lenny Bivins.
Pero es su victoria contra Bob Pastor (púgil bien conocido de Louis) lo que verdaderamente anima a Jacobs a proponerle la pelea.
La pegada, el poder está en manos de Louis (le saca 25 libras). La envergadura está más pareja.
La pelea será un clásico. Conn aplicará la táctica de la guerrilla. Pero una guerrilla al estilo Massimisa.
Massimisa fue un caudillo del actual Marruecos. Luchó aliado con los romanos contra Cartago. Luego, acabada la guerra, se rebeló contra Roma. El Imperio envió un ejército a reducirlo. Massimisa comenzaba el ataque a media tarde, y cuando los romanos hacían la mayor presión, se retiraban al amparo de la noche. Durante 6 largos años, la guerra siguió por esos costosos derroteros. Al final, los romanos compraron a su suegro, que lo entregó. Lo llevaron a Roma, y lo esposaron, dejándole comida y agua a menos de un metro, pero fuera del alcance. Cuando alguna delegación venia a negociar a Roma, los diplomáticos romanos gustaban de enseñarles los grilletes de Massimisa, todos mordidos y arañados. Cosas de las guerras imperiales, no tan fuera de moda.
A la capacidad, a la potencia de fuego de Louis, Conn se centra en la distancia. Por muy fuerte que sea Louis, si no encuentra la distancia, no tendrá peligro.
El comienzo de la pelea es un Conn evitando a un Louis en el centro del ring, con movimientos laterales por fuera de su guardia, y cuando lo intenta cerrar por fuera, Conn da medio paso atrás. Pero Conn, no sólo se mueve, sino que introduce series de 2 o 3 golpes. En principio son series con poca carga. Conn acaba pegando los asaltos, cuando los jueces puntúan, cuando lo puede salvar la campana.
Louis lo sigue. Incluso cuando Conn resbala por la cuerda, no va a cerrarlo. Puede ser exceso de confianza o falta de ella. Conn acelera los ataques en el último medio minuto, cuando sabe que la cuenta lo puede salvar, cuando sabe que tiene un minuto de pleno oxigeno.
En el round 11, Conn se va a la esquina, levantando los guantes.
En el 12, una serie de derecha-izda tambalea a Louis, por dos veces. Louis, en cambio, sólo encuentra aire donde pegar. 54.487 personas contienen la respiración en el Polo Ground de NY. Conn, se va a la esquina no ya pensando en ser campeón, sino en noquear al ídolo.
En la otra esquina, la corta y obvia orden de Blackburn,“...vete a noquerlo”. Louis, parco en gestos, mueve la cabeza y asiente.
En las cartulinas, Conn va por delante varios asaltos. Basta que quede en pie al último campanazo. Pero su cabeza irlandesa está en otro lado. No escucha a su esquina que le pide que se tape y enfríe los asaltos. Apenas se cubre, apenas defiende. Conn está ahora en el centro del ring. La sensación de triunfo lo embarga.
Louis envía una volea de derecha a los guantes de Conn. Conn sube los guantes que lleva bajos, por instinto. Y no ve que deja hueco, no ve el uppercut que viene hacia su barbilla. Está realmente tocado. Se abalanza sobre Louis, buscando el clinch, buscando el apoyo que sus piernas ya no le dan. El tigre siberiano que es Louis, da medio paso atrás, y lo recibe con una derecha demoledora. Conn está virtualmente Ko de pie. Con la frialdad que le caracteriza, Louis golpea al cuerpo, sin ir a donde más cubierto está Conn, para acabar subiendo. Todo ha acabado muy rápido. La cabeza de Conn, rebotando contra el suelo es síntoma claro de como está.
Es incontestable que Conn llevaba el combate ganado, pero Louis no se había desgastado persiguiéndolo. Estaba muy entero y con buen tono muscular y frescura mental. Conn estaba en cambio más cansado, pero la euforia de la victoria lo enmascaraba. Ese derroche lo pagó caro con su imprudencia. El derroche es mucho peor que el uso inadecuado. La impresión de sus sentidos fue mayor que su cálculo.
Nadie juega al boxeo. Se juega al tenis, al fútbol, al rugby. Nadie pronuncia “Yo juego al boxeo”. Y Conn no tuvo la apreciación correcta del peligro. El valor no es un acto de inteligencia (lo es sobrevivir), sino un equilibrio del miedo.
Conn no se sintió perdedor, y en caliente le pidió la revancha en un año. ¿Porqué esperar tanto para pelear 45 minutos?
La pelea recaudo 451.000$
La revancha se produce al final de la guerra. Casi 5 años. La idea de Jacobs era haberla realizado en 1942. La guerra arrastrará a los dos púgiles.
Louis, a parte de múltiples combates de exhibición, había realizado las revanchas con Baer y Simons, había peleado con Lou Nova (1941) al que apaleó sin compasión durante los 6 asaltos que duró el pleito. Nova había completado su entrenamiento con sesiones de Yoga, hubiera sido preferible un cursillo de primeros auxilios.
Conn, peleó y ganó a Henry Cooper, Turner y a Tony Zale antes de alistarse. Los dos coincidirían en actos durante la guerra.
En el Yankee Stadium, 45.266 personas. 1.925.564 $, una cifra récord.
La insuperable usura de Jacobs le llevó a calcular 3 millones de dólares, que habría logrado si la Comisión de boxeo no le hubiese obligado a vender la mayor parte de las entradas a 10$, evitando la reventa (su especialidad). No obstante las 3 primeras filas de ring rondaran los 100$.
El paso de la guerra les ha dejado huellas. Louis da un peso de 207 libras, y Conn ha subido a 182.
Junio de 1946. “Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo”. Conn no debería quitarse... la armadura. La gente prevé otra batalla como la anterior. Durante los 23 primeros minutos, parece una excursión de dos amigos. Conn sólo se mueve, pero apenas tira golpes. Louis le persigue con el Jab por delante. En el 8° Louis se desata (upper de derecha, gancho de izda) y consigue bascular a Conn, que se va a la lona, asumiendo la misma postura que Johnson en La Habana. Lo ciegan los focos.
Jacobs sueña con un tercer encuentro, calcula 3 millones de dólares. Louis sonríe despectivo. Está cansado, agotado de guerra, combates y entrenamientos. Su vida lleva mucho tiempo siendo sólo eso.
Billy Conn sólo tuvo una pelea amateur. Su debut lo hizo en 1935, en categoría Welter. Su aspecto de galán, lo compagina, afortunadamente, con el gimnasio. Como Tunney, es un genio en el estudio de sus rivales contemporáneos. En medios ha ganado a Risko, Dundee, Yarosz. Sólo Kieger le ganó a los puntos, pero se desquitó en la revancha. En semipesados ha protagonizado batallas contra Melio Betina, y hasta 3 veces ha peleado contra Lenny Bivins.
Pero es su victoria contra Bob Pastor (púgil bien conocido de Louis) lo que verdaderamente anima a Jacobs a proponerle la pelea.
La pegada, el poder está en manos de Louis (le saca 25 libras). La envergadura está más pareja.
La pelea será un clásico. Conn aplicará la táctica de la guerrilla. Pero una guerrilla al estilo Massimisa.
Massimisa fue un caudillo del actual Marruecos. Luchó aliado con los romanos contra Cartago. Luego, acabada la guerra, se rebeló contra Roma. El Imperio envió un ejército a reducirlo. Massimisa comenzaba el ataque a media tarde, y cuando los romanos hacían la mayor presión, se retiraban al amparo de la noche. Durante 6 largos años, la guerra siguió por esos costosos derroteros. Al final, los romanos compraron a su suegro, que lo entregó. Lo llevaron a Roma, y lo esposaron, dejándole comida y agua a menos de un metro, pero fuera del alcance. Cuando alguna delegación venia a negociar a Roma, los diplomáticos romanos gustaban de enseñarles los grilletes de Massimisa, todos mordidos y arañados. Cosas de las guerras imperiales, no tan fuera de moda.
A la capacidad, a la potencia de fuego de Louis, Conn se centra en la distancia. Por muy fuerte que sea Louis, si no encuentra la distancia, no tendrá peligro.
El comienzo de la pelea es un Conn evitando a un Louis en el centro del ring, con movimientos laterales por fuera de su guardia, y cuando lo intenta cerrar por fuera, Conn da medio paso atrás. Pero Conn, no sólo se mueve, sino que introduce series de 2 o 3 golpes. En principio son series con poca carga. Conn acaba pegando los asaltos, cuando los jueces puntúan, cuando lo puede salvar la campana.
Louis lo sigue. Incluso cuando Conn resbala por la cuerda, no va a cerrarlo. Puede ser exceso de confianza o falta de ella. Conn acelera los ataques en el último medio minuto, cuando sabe que la cuenta lo puede salvar, cuando sabe que tiene un minuto de pleno oxigeno.
En el round 11, Conn se va a la esquina, levantando los guantes.
En el 12, una serie de derecha-izda tambalea a Louis, por dos veces. Louis, en cambio, sólo encuentra aire donde pegar. 54.487 personas contienen la respiración en el Polo Ground de NY. Conn, se va a la esquina no ya pensando en ser campeón, sino en noquear al ídolo.
En la otra esquina, la corta y obvia orden de Blackburn,“...vete a noquerlo”. Louis, parco en gestos, mueve la cabeza y asiente.
En las cartulinas, Conn va por delante varios asaltos. Basta que quede en pie al último campanazo. Pero su cabeza irlandesa está en otro lado. No escucha a su esquina que le pide que se tape y enfríe los asaltos. Apenas se cubre, apenas defiende. Conn está ahora en el centro del ring. La sensación de triunfo lo embarga.
Louis envía una volea de derecha a los guantes de Conn. Conn sube los guantes que lleva bajos, por instinto. Y no ve que deja hueco, no ve el uppercut que viene hacia su barbilla. Está realmente tocado. Se abalanza sobre Louis, buscando el clinch, buscando el apoyo que sus piernas ya no le dan. El tigre siberiano que es Louis, da medio paso atrás, y lo recibe con una derecha demoledora. Conn está virtualmente Ko de pie. Con la frialdad que le caracteriza, Louis golpea al cuerpo, sin ir a donde más cubierto está Conn, para acabar subiendo. Todo ha acabado muy rápido. La cabeza de Conn, rebotando contra el suelo es síntoma claro de como está.
Es incontestable que Conn llevaba el combate ganado, pero Louis no se había desgastado persiguiéndolo. Estaba muy entero y con buen tono muscular y frescura mental. Conn estaba en cambio más cansado, pero la euforia de la victoria lo enmascaraba. Ese derroche lo pagó caro con su imprudencia. El derroche es mucho peor que el uso inadecuado. La impresión de sus sentidos fue mayor que su cálculo.
Nadie juega al boxeo. Se juega al tenis, al fútbol, al rugby. Nadie pronuncia “Yo juego al boxeo”. Y Conn no tuvo la apreciación correcta del peligro. El valor no es un acto de inteligencia (lo es sobrevivir), sino un equilibrio del miedo.
Conn no se sintió perdedor, y en caliente le pidió la revancha en un año. ¿Porqué esperar tanto para pelear 45 minutos?
La pelea recaudo 451.000$
La revancha se produce al final de la guerra. Casi 5 años. La idea de Jacobs era haberla realizado en 1942. La guerra arrastrará a los dos púgiles.
Louis, a parte de múltiples combates de exhibición, había realizado las revanchas con Baer y Simons, había peleado con Lou Nova (1941) al que apaleó sin compasión durante los 6 asaltos que duró el pleito. Nova había completado su entrenamiento con sesiones de Yoga, hubiera sido preferible un cursillo de primeros auxilios.
Conn, peleó y ganó a Henry Cooper, Turner y a Tony Zale antes de alistarse. Los dos coincidirían en actos durante la guerra.
En el Yankee Stadium, 45.266 personas. 1.925.564 $, una cifra récord.
La insuperable usura de Jacobs le llevó a calcular 3 millones de dólares, que habría logrado si la Comisión de boxeo no le hubiese obligado a vender la mayor parte de las entradas a 10$, evitando la reventa (su especialidad). No obstante las 3 primeras filas de ring rondaran los 100$.
El paso de la guerra les ha dejado huellas. Louis da un peso de 207 libras, y Conn ha subido a 182.
Junio de 1946. “Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo”. Conn no debería quitarse... la armadura. La gente prevé otra batalla como la anterior. Durante los 23 primeros minutos, parece una excursión de dos amigos. Conn sólo se mueve, pero apenas tira golpes. Louis le persigue con el Jab por delante. En el 8° Louis se desata (upper de derecha, gancho de izda) y consigue bascular a Conn, que se va a la lona, asumiendo la misma postura que Johnson en La Habana. Lo ciegan los focos.
Jacobs sueña con un tercer encuentro, calcula 3 millones de dólares. Louis sonríe despectivo. Está cansado, agotado de guerra, combates y entrenamientos. Su vida lleva mucho tiempo siendo sólo eso.
EL OCASO
En septiembre del 46, Tami Mauriello está a punto de dar la campanada, al meter el turbo de salida en el inicio del primer asalto. Joe se faja y le pasa el cordaje de su guante varias veces por la cara de Mauriello. Cortes y sangre. El sudor le escuece los ojos. Apenas ve. Marrullerías de perro viejo. Louis no dejaré que el italiano reaccione, y lo apura antes que acabe el primero.
Le sigue, seis meses después, Johnny Shker, al que dejará lleno de cortes de ceja a ceja, finiquitando el pleito en el 8°.
Joe comienza a vivir la vida a la que tienen derecho. Segundo matrimonio. Varias exhibiciones, hasta la defensa del titulo. Un viejo (tan viejo como él) conocido, Joe Jersey Walcott.
Me he referido a él en otros artículos. Sólo decir que estuvo a punto de ser fichado por Blackburn, pero un ataque de tifus le impidió la práctica del boxeo por un año. Blackburn se fijó en otro chico, un tal Joe Louis. En la preparación para la revancha con Schmeling, hizo de sparring para Louis. Con guantes de 16 onzas envió a la lona al Bombardero. 36 $ y la puerta.
Abe Simons peleo con los dos: “Walcott pega tan fuerte como Louis”.
En el Madison, diciembre del 47. La defensa 24. Las apuesta 10-1 a favor del Bombardero. La primera pelea de pesados televisada.
Walcott, el gran steper. Los tipos que se mueven no le van a Louis.
El bombardero rueda por el suelo en el 1° y 4°. Walcott se tragará poderosas contras cuando entra (pero de las que se recupera bien) y un jab como un martillo picador.
Al acabar los 15 asaltos, los dos creen lo mismo, que el título cambió de manos. Louis ni siquiera se queda a escuchar el veredicto Tendrá que volver del vestuario.
8-6-1 y9-6 para Louis. 7-6-2 para Walcott. Ganó Louis por decisión dividida. Por primera vez se abuchea al Bombardero. Louis se aproxima a Walcott y le dice “Perdona, Joe”.
Los jueces se defienden. Es algo que refleja la mentalidad del boxeo de aquella época. Jamás, dicen, nunca nadie ha ganado un título pedaleando hacia atrás, a la defensiva. Con este baremo medirá Louis y Marciano a Ali. “Ali vale un millón de dólares en confianza, y un centavo en corazón”. Esa frase dolerá tremendamente a Ali. El tiempo dará la razón a Clay.
Pero hay que recordar, que antiguamente los boxeadores no boxeaban hacia atrás, simplemente porque luego no les pagaban. Así de simple. Y el ejemplo lo tendremos en el auténtico creador del juego de piernas (y el gancho al plexo) Bob Fitzimmons.
Han sido dos cuentas para Louis, en el 1° hasta 2 (jabs y hoocks) y en el 4° hasta 7 (derecha corta). Se especula con la mandíbula de Louis en los primeros asaltos, pero por la reacción que luego tiene, parece más la falta de concentración que tienen los finisher que por carencias en la absorción de impactos.
Sólo asistieron 18.000 espectadores, únicamente 216.477 dólares de taquilla.
La revancha se escenifica en junio del 48, en el Yankee Stadium, ante 46.657 personas.
Es una pelea que Louis no quiere, pero que debe acometer para satisfacer al fisco. Es su 25 defensa del titulo, tras 15 años de profesional.
La pelea comienza por los mismos derroteros de la anterior. Walcott manda en las cartulinas. Louis visita la lona en el 4°. Aunque Louis presiona por dentro, Walcott sale por los lados, va muy bien de cintura, es un blanco demasiado móvil y defiende muy bien los puntos conseguidos.
En el 11°, Walcott lleva la mejor parte de un duro intercambio. Olvida el paso lateral y se queda en las cuerdas, anticipando de cintura. Comete el error de no cincharse. Louis cambia la combinación y abre de repente, con la derecha. Joe Jersey entra en cortocircuito. Louis le envía tres rectos de izda que le roban las piernas. Se tapa arriba. Con la frialdad de siempre, le tira al hueco abierto, con una derecha al cuerpo. Walcott comienza a aflojarse. Louis comienza el huracán de golpes y furia, a dos manos, alargando las series.
Cuando Walcott caiga, Louis va rápido al rincón neutral, se apoya en la cuerda alta y toma aire por si toca otra vez degüello. Reza porque Joe Jersey no se levante.
Walcott lucha por levantarse, como el que huye de una avalancha y entierra sus pies en la nieve. Totalmente colapsado da órdenes a sus rodillas pero éstas no responden. Frank Fullman desgrana la cuenta hasta el fatídico diez. Es la victoria y la salida. ”Gané a Walcott y me retiro. Es mi última pelea”. Hubiese sido un final feliz.
Una pelea de exhibición, en Nassau, con Ed Crowly y el 1 de mayo de 1949. Joe louis Barrow cuelga los guantes.
Quiere ver la vida desde el lujoso piso de Sugar Hill, en Harlem. Ha ganado 4.626.741$
Le sigue, seis meses después, Johnny Shker, al que dejará lleno de cortes de ceja a ceja, finiquitando el pleito en el 8°.
Joe comienza a vivir la vida a la que tienen derecho. Segundo matrimonio. Varias exhibiciones, hasta la defensa del titulo. Un viejo (tan viejo como él) conocido, Joe Jersey Walcott.
Me he referido a él en otros artículos. Sólo decir que estuvo a punto de ser fichado por Blackburn, pero un ataque de tifus le impidió la práctica del boxeo por un año. Blackburn se fijó en otro chico, un tal Joe Louis. En la preparación para la revancha con Schmeling, hizo de sparring para Louis. Con guantes de 16 onzas envió a la lona al Bombardero. 36 $ y la puerta.
Abe Simons peleo con los dos: “Walcott pega tan fuerte como Louis”.
En el Madison, diciembre del 47. La defensa 24. Las apuesta 10-1 a favor del Bombardero. La primera pelea de pesados televisada.
Walcott, el gran steper. Los tipos que se mueven no le van a Louis.
El bombardero rueda por el suelo en el 1° y 4°. Walcott se tragará poderosas contras cuando entra (pero de las que se recupera bien) y un jab como un martillo picador.
Al acabar los 15 asaltos, los dos creen lo mismo, que el título cambió de manos. Louis ni siquiera se queda a escuchar el veredicto Tendrá que volver del vestuario.
8-6-1 y9-6 para Louis. 7-6-2 para Walcott. Ganó Louis por decisión dividida. Por primera vez se abuchea al Bombardero. Louis se aproxima a Walcott y le dice “Perdona, Joe”.
Los jueces se defienden. Es algo que refleja la mentalidad del boxeo de aquella época. Jamás, dicen, nunca nadie ha ganado un título pedaleando hacia atrás, a la defensiva. Con este baremo medirá Louis y Marciano a Ali. “Ali vale un millón de dólares en confianza, y un centavo en corazón”. Esa frase dolerá tremendamente a Ali. El tiempo dará la razón a Clay.
Pero hay que recordar, que antiguamente los boxeadores no boxeaban hacia atrás, simplemente porque luego no les pagaban. Así de simple. Y el ejemplo lo tendremos en el auténtico creador del juego de piernas (y el gancho al plexo) Bob Fitzimmons.
Han sido dos cuentas para Louis, en el 1° hasta 2 (jabs y hoocks) y en el 4° hasta 7 (derecha corta). Se especula con la mandíbula de Louis en los primeros asaltos, pero por la reacción que luego tiene, parece más la falta de concentración que tienen los finisher que por carencias en la absorción de impactos.
Sólo asistieron 18.000 espectadores, únicamente 216.477 dólares de taquilla.
La revancha se escenifica en junio del 48, en el Yankee Stadium, ante 46.657 personas.
Es una pelea que Louis no quiere, pero que debe acometer para satisfacer al fisco. Es su 25 defensa del titulo, tras 15 años de profesional.
La pelea comienza por los mismos derroteros de la anterior. Walcott manda en las cartulinas. Louis visita la lona en el 4°. Aunque Louis presiona por dentro, Walcott sale por los lados, va muy bien de cintura, es un blanco demasiado móvil y defiende muy bien los puntos conseguidos.
En el 11°, Walcott lleva la mejor parte de un duro intercambio. Olvida el paso lateral y se queda en las cuerdas, anticipando de cintura. Comete el error de no cincharse. Louis cambia la combinación y abre de repente, con la derecha. Joe Jersey entra en cortocircuito. Louis le envía tres rectos de izda que le roban las piernas. Se tapa arriba. Con la frialdad de siempre, le tira al hueco abierto, con una derecha al cuerpo. Walcott comienza a aflojarse. Louis comienza el huracán de golpes y furia, a dos manos, alargando las series.
Cuando Walcott caiga, Louis va rápido al rincón neutral, se apoya en la cuerda alta y toma aire por si toca otra vez degüello. Reza porque Joe Jersey no se levante.
Walcott lucha por levantarse, como el que huye de una avalancha y entierra sus pies en la nieve. Totalmente colapsado da órdenes a sus rodillas pero éstas no responden. Frank Fullman desgrana la cuenta hasta el fatídico diez. Es la victoria y la salida. ”Gané a Walcott y me retiro. Es mi última pelea”. Hubiese sido un final feliz.
Una pelea de exhibición, en Nassau, con Ed Crowly y el 1 de mayo de 1949. Joe louis Barrow cuelga los guantes.
Quiere ver la vida desde el lujoso piso de Sugar Hill, en Harlem. Ha ganado 4.626.741$
ES MENTIRA, NUNCA SE VUELVE
Las malas inversiones, el tren de vida lujoso lo han empobrecido. Pero el mazazo final vendrá del fisco. Le reclaman 500.000$. La hiperinflación de la postguerra agrava aún más el problema.
En agosto de 1950 públicamente anuncia el retorno. Tendrá otro promotor, Jim Norris, creador de la IBC, el monopolio del boxeo en los 50. El amigo de Louis, Truman Gibson, abogado, se encargará de los contratos.
Norris se reúne con el antiguo mánager de Louis, Mike Jacobs, ya retirado. Norris lo tienta con 350.000 $ de entrada, 20.000 por año ,y Stock-options de la promotora. No será su respuesta.
Louis notifica el regreso a Abe Greene (NBA). Le ponen reparos en la licencia por sus 36 años. Louis suplica. Debe medio millón de dólares más los intereses.
Se le propone la pelea a Ezzard Charles (en otros artículos he hablado de él). Charles sólo pesa 182 libras, Louis ya está en 216. El bombardero ya está peleando con otra generación, de la que es ídolo. Es el problema de los que alargan las carreras. Los de detrás les pasan por encima, y lo triste es que el propio púgil lo sabe, porque él anteriormente lo hizo.
La pelea sólo tiene un ganador. Charles gana 12 de los 15 asaltos. Su mánager, Jim Brown, ante las respuestas de Louis y sabedor de su peligro, le manda en el 10° que lo noquee. Charles tiene demasiado corazón para destruir a la leyenda. El castigo será terrible para Louis, que intenta en todo momento mantener el tipo. Sigue con su profesionalismo frío, pero sin motivación.
Lo terrible es que solo gana 100.458$. Sólo puede con ellos pagar los intereses. El medio millón de principal sigue ahí. Lo hará prácticamente hasta el resto de su vida.
Dos meses más tarde peleará con Cesar Prior en Chicago.
Louis se rehabilita , tras la pelea con Charles, con 8 victorias, con púgiles de muy variado pelaje. Quizás la más importante con el inglés Lee Savold, al que destroza como en los viejos tiempos. Al ser poseedor Savold de un oscuro título de campeon europeo, capacita a Louis a pelear con la gran promesa blanca, Marciano.
Corre 1951, en el Madison. El hielo y el fuego.
De los 5 primeros asaltos, Louis consigue vencer 3. Sólo con su jab, abre la cara del italiano. Pero el tremendo peligro de la derecha de Rocky le impide conectar su duro hook de izda.
De repente, en el 6°, Louis tiene una tremenda bajada de rendimiento. Las piernas le abandonan, se clavan al tapiz. Marciano lo nota, incrementa la presión.
En el 7°, Joe consigue colocar un buen hook de izda, que Marciano contesta con un guiño de reverencia, pero sólo eso. El 8° asalto será el último de su carrera.
No será la derecha mortal lo que lo cace, sino un hook de izda, en plena cara. Joe se levanta a la cuenta de ocho. Sabe lo que le espera.
Marciano lo arrolla en las cuerdas, con dos hooks de izda, para seguir y acabar con el último golpe del combate, una atroz derecha a la mandíbula.
Louis, grotescamente cae fuera del ring, con las cuerdas enmarañando sus piernas. Ruby Goldstein para la cuenta, por respeto, en el número tres.
El médico, el ex-campeón mundial Vince Nardiello corre a auxiliarlo.
Marciano, con la cara llena de heridas, comenta mientras va al vestuario: ”El último tipo al que me gustaría haber ganado esta noche es Joe Louis”.
En los prolegómenos del Turpin-Robinson 2, subieron a saludar al público Joe Louis, protegido a cada lado por Ezzard Charles y Joe Jersey Walcott. La ovación duró 10 minutos. Hubo disturbios al ponerse la gente en pie y acercarse al ring. Mucha gente pagó su entrada sólo por verlos.
Durante cierto tiempo vivirá de eso. Marciano era un experto en esas lides. Se bajaba del avión en camisa hawaiana para que los promotores le comprasen un buen traje para la presentación de la pelea.
Los problemas de Louis con el fisco fueron endémicos. A principios de los sesenta, Louis era adicto a la cocaína, se habia separado de su mujer (creo que era abogada), tuvo varios desengaños amorosos, un deterioro mental grave (puede que por golpes, puede que por los antecedentes paternos).
Vivía obsesionado con que el FBI lo espiaba.
Por aquella época comenzó a ganarse la vida con la lucha profesional, hasta que un tal Rocky Lee de 140 Kg, le cayó encima, rompiéndo dos costillas y lesionándole un músculo cercano al corazón.
Ash Resnick, 120 kilos de gánggster y apostador compulsivo, escapa a Las Vegas perseguido por el capo Anastasia, al que debe 30 de los grandes. Consigue sobrevivir (comprando primero al sicario y luego negociando con Anastasia) y se asocia a Sonny Liston, al que conocía Resnick de sus tiempos de jugador de baloncesto (no encestaba, a propósito, en beneficio de los apostadores).
Ash Resnick rescata a Joe Louis y se lo lleva a las Vegas, como “saludador” y para que esté en la esquina de Liston y cuente lo buena persona que es. Sinatra, hijo de boxeador, también cooperó. A cambio, puede vivir, jugar y dormir a cuenta del Casino. Louis se perdió alguna pelea por jugar a los dados, su juego favorito.
En 1981, Joe dijo adiós a este mundo y hola a la Eternidad. Tenia 66 años. Lo tuvieron de cuerpo presente en el Caesar Palace.
Sus restos reposan en el cementerio militar de Arlington, para héroes de guerra. No es elegante exprimir a un cadáver.
Un año antes de morir, Ali y él se reconciliaron. Ali le invitó a su casa, hablaron y generosamente le dio 30.000$. Ali tenía un corazón tan grande como su bocaza.
Ali hizo su mejor epitafio.
“Mira la vida de Joe. Todo el mundo lo quería. Se sabía todo de él. Si hubiese sido malo, se hubiese sabido. Los negros y blancos más chulos de Mississippí lo querían. Todos lloran. Ahí lo tienes. Se muere Howard Hughes, con todos sus millones y ni una lágrima. Se muere Joe Louis y todo el mundo llorando”.
En agosto de 1950 públicamente anuncia el retorno. Tendrá otro promotor, Jim Norris, creador de la IBC, el monopolio del boxeo en los 50. El amigo de Louis, Truman Gibson, abogado, se encargará de los contratos.
Norris se reúne con el antiguo mánager de Louis, Mike Jacobs, ya retirado. Norris lo tienta con 350.000 $ de entrada, 20.000 por año ,y Stock-options de la promotora. No será su respuesta.
Louis notifica el regreso a Abe Greene (NBA). Le ponen reparos en la licencia por sus 36 años. Louis suplica. Debe medio millón de dólares más los intereses.
Se le propone la pelea a Ezzard Charles (en otros artículos he hablado de él). Charles sólo pesa 182 libras, Louis ya está en 216. El bombardero ya está peleando con otra generación, de la que es ídolo. Es el problema de los que alargan las carreras. Los de detrás les pasan por encima, y lo triste es que el propio púgil lo sabe, porque él anteriormente lo hizo.
La pelea sólo tiene un ganador. Charles gana 12 de los 15 asaltos. Su mánager, Jim Brown, ante las respuestas de Louis y sabedor de su peligro, le manda en el 10° que lo noquee. Charles tiene demasiado corazón para destruir a la leyenda. El castigo será terrible para Louis, que intenta en todo momento mantener el tipo. Sigue con su profesionalismo frío, pero sin motivación.
Lo terrible es que solo gana 100.458$. Sólo puede con ellos pagar los intereses. El medio millón de principal sigue ahí. Lo hará prácticamente hasta el resto de su vida.
Dos meses más tarde peleará con Cesar Prior en Chicago.
Louis se rehabilita , tras la pelea con Charles, con 8 victorias, con púgiles de muy variado pelaje. Quizás la más importante con el inglés Lee Savold, al que destroza como en los viejos tiempos. Al ser poseedor Savold de un oscuro título de campeon europeo, capacita a Louis a pelear con la gran promesa blanca, Marciano.
Corre 1951, en el Madison. El hielo y el fuego.
De los 5 primeros asaltos, Louis consigue vencer 3. Sólo con su jab, abre la cara del italiano. Pero el tremendo peligro de la derecha de Rocky le impide conectar su duro hook de izda.
De repente, en el 6°, Louis tiene una tremenda bajada de rendimiento. Las piernas le abandonan, se clavan al tapiz. Marciano lo nota, incrementa la presión.
En el 7°, Joe consigue colocar un buen hook de izda, que Marciano contesta con un guiño de reverencia, pero sólo eso. El 8° asalto será el último de su carrera.
No será la derecha mortal lo que lo cace, sino un hook de izda, en plena cara. Joe se levanta a la cuenta de ocho. Sabe lo que le espera.
Marciano lo arrolla en las cuerdas, con dos hooks de izda, para seguir y acabar con el último golpe del combate, una atroz derecha a la mandíbula.
Louis, grotescamente cae fuera del ring, con las cuerdas enmarañando sus piernas. Ruby Goldstein para la cuenta, por respeto, en el número tres.
El médico, el ex-campeón mundial Vince Nardiello corre a auxiliarlo.
Marciano, con la cara llena de heridas, comenta mientras va al vestuario: ”El último tipo al que me gustaría haber ganado esta noche es Joe Louis”.
En los prolegómenos del Turpin-Robinson 2, subieron a saludar al público Joe Louis, protegido a cada lado por Ezzard Charles y Joe Jersey Walcott. La ovación duró 10 minutos. Hubo disturbios al ponerse la gente en pie y acercarse al ring. Mucha gente pagó su entrada sólo por verlos.
Durante cierto tiempo vivirá de eso. Marciano era un experto en esas lides. Se bajaba del avión en camisa hawaiana para que los promotores le comprasen un buen traje para la presentación de la pelea.
Los problemas de Louis con el fisco fueron endémicos. A principios de los sesenta, Louis era adicto a la cocaína, se habia separado de su mujer (creo que era abogada), tuvo varios desengaños amorosos, un deterioro mental grave (puede que por golpes, puede que por los antecedentes paternos).
Vivía obsesionado con que el FBI lo espiaba.
Por aquella época comenzó a ganarse la vida con la lucha profesional, hasta que un tal Rocky Lee de 140 Kg, le cayó encima, rompiéndo dos costillas y lesionándole un músculo cercano al corazón.
Ash Resnick, 120 kilos de gánggster y apostador compulsivo, escapa a Las Vegas perseguido por el capo Anastasia, al que debe 30 de los grandes. Consigue sobrevivir (comprando primero al sicario y luego negociando con Anastasia) y se asocia a Sonny Liston, al que conocía Resnick de sus tiempos de jugador de baloncesto (no encestaba, a propósito, en beneficio de los apostadores).
Ash Resnick rescata a Joe Louis y se lo lleva a las Vegas, como “saludador” y para que esté en la esquina de Liston y cuente lo buena persona que es. Sinatra, hijo de boxeador, también cooperó. A cambio, puede vivir, jugar y dormir a cuenta del Casino. Louis se perdió alguna pelea por jugar a los dados, su juego favorito.
En 1981, Joe dijo adiós a este mundo y hola a la Eternidad. Tenia 66 años. Lo tuvieron de cuerpo presente en el Caesar Palace.
Sus restos reposan en el cementerio militar de Arlington, para héroes de guerra. No es elegante exprimir a un cadáver.
Un año antes de morir, Ali y él se reconciliaron. Ali le invitó a su casa, hablaron y generosamente le dio 30.000$. Ali tenía un corazón tan grande como su bocaza.
Ali hizo su mejor epitafio.
“Mira la vida de Joe. Todo el mundo lo quería. Se sabía todo de él. Si hubiese sido malo, se hubiese sabido. Los negros y blancos más chulos de Mississippí lo querían. Todos lloran. Ahí lo tienes. Se muere Howard Hughes, con todos sus millones y ni una lágrima. Se muere Joe Louis y todo el mundo llorando”.
Quiero dedicar este articulo a mi difunto padre, y a todos aquellos que vivieron y disfrutaron aquella magnífica época del boxeo.
Francisco Menéndez Campa
El haber empezdo este blog,me hace releer cosas que tenia guardadas.Sobre este texto solo puedo decir...GUAUUUU SEÑOR PACHO!!!!!!!!
ResponderEliminarMenuda biografía!! Sé que me repito, pero qué coño, si es verdad, ¡QUÉ GRAN ARTÍCULO!
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